Gélida Wii de largo otear.
Oscilante y fugaz destello en tus circuitos pirateables.
De plástico está hecho tu sueño quimérico aunque profieras voz vacía en el mar de jugones intrépidos pero incapaces de pasar de nivel tras largo rato intentándolo.
Entonces recuerdas tus penas.
Tus complejos.
Un submarino glaciar como fase de hielo de Mario 64.
Tu impávido rostro al ver ese engendro.
Amarillo ictérico nintendero.
Rey de los colores en 16bits.
Arrojado el viento de una tarde donde no existían savestates, es cómplice hipérico que con caricias y soplidos a los cartuchos que de primeras nunca funcionan trae apacible hogar.
Mirada lúgubre veo en tus ojos enfurecidos.
Madres quejándose de que no hiciste las tareas escolares aún.
No son voces guturales de Banjo&Kazooie.
Fuego lóbrego de arduo prender.
Baile hiriente de los recuerdos cojos de partidas incompletas en tardes de pubertad que nunca quisieron ser ni crecer.
Ni expandirse en un pack, que se vende por separado.
Caben en la soledad tus enojos imitando trazas de usual placer.
El placer de jugar, el placer de vivir.
De morir y volver a intentarlo por cabezonería capricorniana.
Pero es fea de cojones , resumiendo.
Muy fea.
Como prima lejana de pueblo que ni conocías ni quieres conocer.