Bueno, ya he finalizado el juego, a falta de pasarme el último
y farmear los materiales necesarios para las últimas armas y fofis.
En líneas generales me ha gustado mucho y me ha mantenido enganchado durante más de 100 horas, que no es poco. Sin embargo, creo que es francamente mejorable en algunos aspectos clave:
La trama argumental, aunque bonita y bien contada, peca de predecible y está constreñida por una estructura demasiado rígida. Además, es descaradamente corta, y los conflictos de cada reino se resuelven demasiado pronto: falta chicha, desarrollo. Ni no Kuni II nos conduce por derroteros ya transitados por los grandes exponentes del género, pero de puntillas, como un trámite para cohesionar los aspectos que integran su núcleo jugable.
La jugabilidad está demasiado focalizada en la gestión del reino, y predominan los cuatro elementos paradigmáticos de los MMOPRPGs: crafteo, looteo, farmeo y grindeo. Todos ellos fagocitan la experiencia e impiden que las verdaderas virtudes del título brillen con la suficiente intensidad: el mapamundi es grande, variado y repleto de zonas opcionales, cofres ocultos, zonas aparentemente accesibles; los NPCs son más interesantes que en el J-RPG medio; las ciudades son grandes, intrincadas y rezuman vida; el sistema de combate es relativamente profundo, estratégico e interesante; la esencia Ghibli se mantiene; la banda sonora de Hisaishi es una delicia; pero todas esas cualidades están al servicio de un metajuego más propio de un título comehoras para dispositivos móviles que de un RPG de gran presupuesto.
Level5 es una empresa de artesanos muy capaces, que han trabajado con grandes talentos, no solo de la industria del videojuego, sino de la cultura nipona en general (Yuji Horii, Akira Toriyama, Koichi Sugiyama, Yoshiyuki Momose, Joe Hisaishi, etc.), pero a pesar de que se nota que han aprendido muchas cosas de estos referentes, y las han sabido trasladar de forma bastante satisfactoria a sus videojuegos, les falta algo para coger su testigo.