Hay que ver la de gente feliz que come setas para algo más que alimentarse.
Yo antes comía muchas, muchísimas, tal vez más de 100 de golpe -más que nada para que dejéis a Diskover en paz con el dichoso numerito
-. La razón para buscar mi aporte proteínico en los hongos es la de todos: la Plei ya no me divertía como antes y la emoción de las pajillas con las aventuras de Rocco tenía serias limitaciones -de tiempo, soy eyaculador precoz-.
Sin embargo, todo cambió el día en que me pasé de la raya. No sé si fueron más o menos de 200, pero el caso es que me pasé. Noté el efecto al instante. Empecé a ver miles de clones de Chiquito de la Calzada en tanga de leopardo bailando requesón mientras el Universo implosionaba al ritmo de la última canción de Chenoa. Mis familiares (sí, me las comí justo antes de una cena familiar, así de memo soy) se dieron cuenta de que estaba completamente ido, lo que no mejoró las cosas. Subí a mi cuarto para despejarme y cuando logré adivinar la puerta encendí el ordenador y entré en Miscelánea. No os imagináis cómo estaba. El mundo me daba vueltas y lo peor es que todo me parecía graciosísimo. ¡Hasta me reí con el hilo de chistes cortos y malos! Grave de cojones, como podéis ver. Más que lo del cerdo de dibujos animados, diría yo: esos chistes no hay por dónde cogerlos.
Afortunadamente, a partir de aquel día todo cambió. Mandé a la mierda las setas, justo a la mierda de donde proceden. Me aficioné a los Sudokus, al alpinismo, al Mario Paint y a leer La Razón (El Jueves es más caro), me compré un paquete de Durex y al día siguiente salí a ligar con tías sanas. Volví a casa con cierto dolor testicular y el paquete sin estrenar, pero con el teléfono de un tal Ernesto escrito en una servilleta, lo cual tampoco estuvo nada mal (estaba muy cachas y tenía un Máster en Relaciones Internacionales).
En resumen, que me di cuenta de que estaba haciendo el gilipollas metiéndome esa mierda. Me sorprende ver cómo algunos os tomáis todo esto a cachondeo -y quien dice setas dice otras cosas- y no pensáis en las consecuencias que os pueden traer las tonterías que hacéis. Que el monstruo espagueti volador me libre de juzgar a nadie, pero
algo tiene que faltar en vuestras vidas para tener que buscarlo en sustancias poco recomendables. Por ejemplo, un par de hostias. El resto de cosas seguramente podéis encontrarlas en una Nintendo DS o una muñeca hinchable, así que no veo más complicación. En fin, allá vosotros.
Por cierto, si a alguien le interesa el tipo de setas que me solía comer ahí va una foto:
El proceso de preparación incluye aceite, vinagre, ajo y perejil. Ah, y a mi abuela. Ella fue la culpable de que aquel aperitivo me sentara como un tiro y me jurara a mí mismo que jamás volvería a comer champiñones. Pero no me importa, pronto encontré sustitutas. ¡Vivan las setas en bandeja de Mercadona!