Entre otras he empezado The New Pope, o sea, la segunda de The Young Pope. Sigue la misma tónica de la anterior, o sea, una frikada importante que pasa de la ironía fina a la sal más gruesa y basta en un instante y con esa mezcla extraña de elegancia británica que tanto adoro y feísmo italiano que tanto detesto. Aún así destila tan mala uva y tiene tantos puntazos y escenas provocadoras tan memorables que no puedo evitar sonreír a menudo y solo por eso la sigo. Tengo la enorme duda de donde se han rodado los interiores y si se han empleado técnicas digitales para recrearlos, porque es imposible que les hayan dejado rodar en el Vaticano.
Una cosa no obstante me da muchos reparos en esta segunda temporada, y es la presencia de un John Malkovitch más insufrible que de costumbre repitiendo por enésima vez su papel de clon de bazar chino de Marlon Brando, al peor estilo Crossbones en lugar de su excepcional trabajo en The ABC Murders, por poner ejemplos televisivos. Es de esos actores que cuando quieren pueden ser brillantes, pero que si no les atas en corto se desmandan con facilidad.