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alphadct escribió:GantZ5 escribió:DiRk escribió:Nunca he jugado ningún Zelda ni conozco la historia en general... y la verdad es que como voy a comprar la consola, pensaba iniciarme con este. Es aconsejable leer/conocer algo de la saga previamente? Es continuacion de alguno? porque no me gustaría jugar sin enterarme
Gracias.
El canal de youtube "Mundo N" ha subido un par de videos de 19 minutos contando la cronología de la saga Zelda. Si quieres conocer su mundo, historia, su "lore", su leyenda, te los recomiendo. En su canal tiene la parte 1 y la parte 2 de la cronología.
NOTA: Ni voy a cobrar, ni conozco, ni me relaciono con nada del canal este de youtube. Lo aclaro porque a veces se acusa de spam tonterias de estas.
Venga, saludos!
Gracias, me los guardo para verlos en casa, que no he jugado a demasiados Zelda y me ira de perlas.
Fredy_ES escribió:Hoy no salían las previews? A la espera
Breath of the Wild first impressions from some French journalists:
- All we've seen and played through demos until now is 1% of the map
- He then said that BOTW's map is about twice the size of Skyrim's world
- Zelda's world is filled with mini-dungeons, villages, life, and all sort of things. Doesn't feel - empty at all at any time, nothing like what we have seen in the gameplay. He complains that the demo is the emptiest area in the game.
- Village types include villages of thieves, gentle farmers, etc
- The sounds are amazing and respond really to the environment and feels really immersive
He starts talking about Zelda around 19:07.
That streamer, Ken Bogard, is mainly a fighting game player/commentator and a shiny hunter. He is not a videogame journalist but works for Webedia which is a French company who own jeuxvideo.com, one of the big video game website for the french community.
A big important point, he didn't play the game yet, he watched and talked with the journalist in charge of reviewing Zelda, which is named Anagund in this case.
The first thing he says is that Zelda on the Switch screen looks really good and 'sharper' then when the console is docked. He really likes the Switch's screen.
He continues by mumbling that the game is really good.
He praises the artistic direction of the game and of all Nintendo games in general.
After that he says that everything we saw of the game until now only fills 1% of the map.
According to Anagund, the reviewer in charge, the map is more or less 2 times bigger than Skyrim's map and is filled with villages, npc, wild life, shrines and more. You get the feeling that the team in charge of the project spend a lot of time creating a living world.
In comparison with Twilight Princess the map is 12x bigger.
Apparently the only parts of the game Nintendo showed us during events are the "empty" parts of the world.
We can find friendly and hostile villages.
Caves, hidden or not, are all over the place.
There are relays where you can get or retrieve equipment.
Anagund(, the reviewer,) only played 3hours of the game when Ken (the guy talking) started streaming.
Ken then states that the world is big, that he is not a big Zelda fan, that the game has amazing colors.
Talks about the gameplay which feels complete, responsive and smooth. Bonus points for jumping and the dynamic combat.
He is Hyped-EX, like in Street Fighter.
He took some pictures he can't show because of the DMCA but he send them to some friends and they appear to be jealous. Seems normal to me.
Laughs
Get's back to the map, now saying it's more like 2.5 to 3 times Skyrim map size.
Ends the Zelda talk by saying that on the Switch it seems to be a constant 30fps experience.
And that's all there is to translate about what Ken says during those 7-9 minutes.
But take everything with a grain of salt, he is not a videgoame journalist, he is not in charge of reviewing the game and he didn't play it. He only watched and talked with the one in charge of the review.
EDIT: Take especially the ''1% of the map'' part with a grain of salt we can't really know about it until someone finish the whole game and 3 hours clearly isn't enough to get that kind of information.
ark83 escribió:Bonus points for jumping and the dynamic combat
Puntos de bonificacion al saltar y luchar (me imagino que seran ciertas acciones, o hacer estas acciones bien los que dan puntos)
.
Ignatius3 escribió:ark83 escribió:Bonus points for jumping and the dynamic combat
Puntos de bonificacion al saltar y luchar (me imagino que seran ciertas acciones, o hacer estas acciones bien los que dan puntos)
.
Entiendo que quiere decir, que le da esos puntos a Nintendo por permitir al fin el salto manual, y hacer el combate más dinámico.
beonyi escribió:Creo que no se ha puesto
3
El crepúsculo había cedido el testigo a la noche, y las constelaciones comenzaban su titilante baile sobre el paño de nubes que flotaba en el horizonte. La luna estaba en su fase menguante y, de vez en cuando, parpadeaba débilmente en pequeños puntos de luz que parecían desaparecer a cada instante. Acompañando a la noche, llegó también la correspondiente bajada de temperatura, y un viento seco cimbreaba las ramas de los abetos y abedules que decoraban el estucado de las calles. No supo si se debía a su imaginación, pero Link pudo distinguirlo con claridad: ¿no traía el viento un murmullo, como el susurro reseco de hojas marchitas? ¿No parecía apenas perceptible, entre el viento, una voz sibilante, maléfica, que llegaba de todas direcciones? Link sacudió la cabeza. “¡Tonterías!” Se dijo.
Enfadado consigo mismo, se encaminó en dirección al castillo. Poco antes había buscado a Luchta en la taberna, pero no lo había encontrado, de modo que el único lugar donde poder hallarlo (a él tanto como a casi todos los habitantes de la ciudad) era en los alrededores del patio y la liza del castillo. Había estado con anterioridad unas dos o tres veces en las cocinas reales, de modo que ya conocía el camino a seguir.
La ciudad había enmudecido en un profundo silencio. Más que eso, estaba muerta. Más allá de los quedos ladridos de los perros que jugueteaban por los callejones traseros, la nívea brisa y el aleteo de unos gorrioncillos era lo único que llegaba a sus oídos. El pulso sanguíneo de la Gran Ciudad se había extinguido casi por completo. A lo lejos, por encima del tejado de las chatas casas, relucían los diversos artificios que se lanzaban hacia el cielo, y un hedor a pólvora comenzó a inundar las aproximaciones del patio de armas, que parecía más bien un claustro monástico.
Atravesó el barrio del mercado y llegó por fin la las inmediaciones del castillo. Éste no podía ser más hermoso. El castillo real de Hyrule era una imagen del poderío del reino en la antigüedad, y había servido de base para las prosas de cientos de trovadores, que versaban su canto llenos de dicha. Las atalayas y alcazabas guardaban perfecta analogía con el cuerpo principal del castillo, y se alzaban a tal altura que casi parecían rasgar el firmamento con sus agujas. Era una joya tallada minuciosamente al detalle. El adarve estaba rematado por multitud de almenas, y disponía también de matacanes y garitas voladas para mejorar las condiciones de los arqueros sobre los posibles atacantes. La torre del homenaje era especialmente destacable, y se abrigaba del resto de los componentes tras una doble cortina de anillos defensivos. El resto de dependencias estaban conectadas entre sí por un gran patio, que ésta vez servía como lugar de ceremonias para los habitantes. En realidad, el castillo de la Gran Ciudad de Hyrule no era excesivamente grande, pero tenía tal apariencia que evocaba a aquellos cuentos de fantasía que le contaban las madrinas a las princesas para que éstas pudieran dormir.
Cuando hubo cruzado la liza, torció por el patio de armas y entró en la dependencia del aljibe. Un poco más allá, a unos cuatro codos de distancia, unas escaleras se perdían en el sótano para llegar a la cocina. Al ver a Link, Luchta lo taladró con la mirada.
- Lo siento, Luchta – se excusó Link-, he llegado tarde. Yo…
- ¡Cállate, pedazo de inútil! – bufó éste -. ¡Vamos, deprisa! Ponte tus mejores ropas y ve a servir vino a la mesa del rey.
Link hizo una mueca, como si de repente se hubiera mordido la lengua. Se miró de arriba abajo y alzó los hombros. Llevaba puesto su mejor atuendo… que, por contra, era el único que tenía. Luchta lo miró inquisitivo e hizo un gesto de desdén.
- ¡Esto es el colmo! – gruño, mientras se acercaba con pasos acelerados hasta el otro extremo de la cocina. Allí había todo tipo de cacharros apilados los unos contra los otros: marmitas, cazos, cacerolas, sartenes y cucharas de palo. Luchta se detuvo en un hueco entre todos ellos, abrió lo que parecía ser un arcón y sacó de él unas ropas nuevas -. Ten, ponte esto. ¡Y date prisa, el banquete ya ha empezado! Si no subes allí en menos de cinco minutos te mandaré azotar.
Link se desvistió aprisa y de mala gana. Se aseó el torso rápidamente en una pila y se enfundó las ropas que Luchta le había tirado a la cara. Era un simple traje de escudero, cuyo único ornamento destacable consistía en el emblema real de la Trifuerza, pero al menos era más cálido que los harapos que antes llevaba puestos… y tenía menos agujeros.
- Tú tan sólo lleva la bandeja con las copas allá donde te ordenen – prosiguió Luchta, ésta vez más calmado -. ¡Y procura mantener la boca cerrada, no vayas a estropearlo todo!
Una vez las copas estuvieron llenas de vino, Link ascendió trabajosamente hasta el salón del trono. Era una sala de grandes dimensiones, y había allí reunidos gran parte de los mejores caballeros de Hyrule. El ventanal del fondo era, a su vez, la mansarda de la torre de homenaje, pero ésta era mucho más espaciosa, de modo que formaba una estancia rectangular rica en detalles. A ambos lados, ornamentados en ribetes de plata y oro, dos tapices cubrían la pared y daban amparo a la mesa dispuesta para la cena. Link intentó contar a las personas allí reunidas pero, cuando creyó llegar a veinte, perdió la cuenta.
De lo más destacable era el trono del rey, guarnecido con salientes y puños de oro macizo. Luthern III era toda una eminencia en cuanto al legado de los pasados reyes, y no supo decir a qué rama de la genealogía real pertenecía éste, pues el árbol de la familia debía ascender a unos cuantos cientos de años atrás. No era un hombre que sobresaliera físicamente, pues su complexión era más bien media y ya, a su edad, le pesaba la barriga un poco más de lo que debiera. Sin embargo, la franqueza de expresión y la serenidad que despedía su rostro debía imponer hasta a el más docto de los guerreros, y más de algún listillo imprudente habría tenido que comprobarlo. Su barba, blanca y abundante, le daban un aspecto mucho más mayor de lo que ya era, y contrastaba con lo azul de sus ojos. Luthern III era, sin duda, la mismísima imagen de la sabiduría y la experiencia.
Link casi se atragantó con su propia lengua. En la cabecera de la mesa, en un lugar más prominente que el mismo rey, estaba la princesa de Hyrule, Zelda. Link se quedó embelesado por cuestión de uno o dos minutos...
- ¡Vamos haragán! – le azuzó Luchta, dándole un golpecito con el codo. Éste se había acercado por detrás, y portaba en sus manos una bandeja aún más grande que la anterior, donde llevaba un humeante asado y verduras varias -. El rey no nos paga por perder el tiempo, ¿crees que va a esperar eternamente a que le sirvas el vino?
Una vez hubo examinado el entorno (y una vez que Luchta estuvo lo suficientemente lejos como para no medir cada uno de sus movimientos), comenzó a servir las copas de vino allá donde se le dijera. Link tropezaba más que caminaba ante la cantidad de peticiones, y por un momento casi perdió el equilibrio del mareo que comenzó a atenazarle. Eran muchos más comensales de los que en un principio hubo contado, y el jaleo de las risas y los gritos de júbilo que retumbaban en las marmóreas paredes llenaba sus oídos de un sordo zumbido. El vino se escanciaba repetidas veces sobre los odres, y ya comenzaba a causar estragos entre aquellos invitados que no sabían controlar su paladar. Uno, especialmente, estaba tan borracho que ya ni se tenía en pie, y hubiera hablado cosas más inteligentes de haber estado callado.
Por fin pudo contemplarla de cerca. A duras penas, se había aproximado lo suficiente como para percibir cada uno de los detalles. Zelda era una niña, de no más de veinte años de edad, ataviada con un precioso vestido blanco de época. Por un momento, todos los invitados parecieron desaparecer y, en ese diminuto instante, sólo quedaron ellos dos en la sala; un humilde mozo de cocina y la Princesa de Hyrule, el reino de las leyendas. Tenía el cabello rubio como venas de Sol, recogido tras las orejas con un sencillo lazo, y su piel era como el nácar. Sus rasgos eran finos, y evocaban a un cuento de fantasía; a un mundo al que ni Link ni nadie más pertenecía, un mundo de cuento al que sólo podía pertenecer ella.
Por un momento, un ridículo instante, nada más, pero un segundo que a Link le pareció eterno, Zelda levantó sus vaporosas pestañas y clavó la vista en sus pupilas. Sus ojos... ¿cómo describirlos? Eran dos poemas de amor. ¡Cómo debían extrañarlos en el firmamento! Dos asfódelos verdes recogidos en un puño de inconmensurable belleza.
Link parpadeó dos o tres veces antes de volver en sí. Algo no marchaba bien. El frecuente jaleo de la cena había dado paso a un desacostumbrado silencio. Alguien más había entrado en la sala.
Un hombre alto, de complexión fuerte y embutido en una armadura negra de la que colgaba una capa marrón quemado. Tenía la barba dura, su rostro estaba surcado de incontables cicatrices, y una corta melena de color rojizo adornaba su cabeza. Tras de sí había dejado un velo de temor, unas acezantes sombras que, con sus delgados y largos dedos, parecían rozar hasta el más recóndito rincón de la sala. No era tan sólo una impresión premonitoria, no; más que eso, había un halo malvado alrededor de su persona.
- ¡Bravo! – dijo éste, aplaudiendo audiblemente y acercándose con pasos pesados y lentos hacia el otro lado de la mesa -. Mis más humildes felicitaciones, querida Zelda.
- ¡Ganondorf! – Luthern se incorporó de súbito.
- Es una lástima que no haya recibido ninguna invitación de vuestra parte – Ganondorf sonrió con suspicacia -. El cumpleaños de la Princesa Zelda es un acontecimiento que nadie debería perderse, ¿no creéis, alteza? –y esas últimas palabras las pronunció con un tono burlón, casi desafiante.
Luthern lo miró malhumorado y se levantó de su asiento como bien pudo. Las articulaciones del brazo le temblaban. Ahora que Link estaba a una distancia menor, podía apreciarlo con claridad: su rostro era pálido y enfermizo, y bajo sus ojos se diferenciaban unos surcos oscuros y apagados.
- ¿Qué diablos es lo que queréis, Ganondorf? – dijo Luthern, tajante -. Las leyes de Hyrule os prohiben la entrada tanto a la ciudad como al castillo.
- ¿La ley? – increpó Ganondorf, despectivo -. ¿La ley dices?
- La ley de Hyrule mantiene al pueblo en paz y armonía mutua, para que podamos vivir en unión con nuestras tres Venerables Señoras.
- ¡Esa es la ley que vos mismo habéis promulgado! – Ganondorf se puso tenso, pero se recobró enseguida. Había un extraño brillo en los ojos de aquel hombre, un brillo malvado y profundo, que hacía a uno guardar todas las distancias posibles. Ese hombre era peligroso -. No debéis olvidar, mi querido rey, que un día fui yo uno de vuestros mejores hombres.
Calló por un momento y se llevó el puño a los labios, pensativo. Entre el auditorio había comenzado a levantarse cierto revuelo y en uno y otro rincón podían escucharse diminutas murmuraciones.
- Tan sólo he venido a haceros una pequeña petición – continuó-.
- ¿Una petición? – balbució Luthern, no sin cierto asombro en su expresión.
- ¿Qué mejor día para pedir algo que en el cumpleaños de nuestra querida princesa? No es mucho lo que os pido. Dejadme pasar a mí y a mi ejército a través de la Gran Ciudad.
Luthern arqueó las cejas y lo miró con atención.
- Lo que pedís es imposible.
- ¡Pero mi pueblo se muere! – exclamó Ganondorf, ahora con enojo -. Sólo pido pasar a través de la ciudad para alcanzar las llanuras norteñas. Sólo buscamos un lugar mejor, ¿es eso mucho pedir?
- Hay muchos lugares en Hyrule donde buscar un nuevo hogar. Y muchos de ellos no quedan tan lejos del desierto Gerudo. Como ves, no tengo ningún motivo para acceder a tus inoportunas peticiones.
Ganondorf apretó los puños y lo miró con porfía. Un nervio se le contrajo en la garganta y, por un momento, Link pensó que explotaría de la rabia.
- ¡Bien! Como queráis – añadió Ganondorf. Y a continuación dijo con arrogancia -: Entonces deberéis ateneos a las consecuencias. Hoy he venido como suplicante pero, tarde o temprano, lo exigiré.
A Link le extrañaba que no lo hubiera hecho ya, pues el tono arrogante y despectivo que despedía de sus labios era como un veneno que no pasaba desapercibido. Ganondorf se encaminó hacia la salida con paso firme y se detuvo en el umbral.
El movimiento fue demasiado rápido como para percibirlo.
En una fracción de segundo, Ganondorf dio media vuelta, sacó del interior de su capa un puñal de unos quince centímetros de longitud y lo arrojó contra el rey. Link no supo cómo, pero como si algo hubiera despertado en su interior, se interpuso en la trayectoria del cuchillo; el arma chocó violentamente contra la chapa de la bandeja, perforando su hombro; el impacto fue tan grande que Link cayó a plomo con un golpe sordo, golpeándose la cabeza contra el cabestrillo de la mesa. Un dolor terrible y punzante se apoderó de todas sus sensaciones y, justo antes de perder el conocimiento, comprobó que Ganondorf había ya desaparecido.
4
No supo cuanto tiempo hubo permanecido inconsciente pero, cuando despertó, todo a su alrededor daba vueltas. Las nebulosas telarañas que había tras sus ojos formaban un espeso velo que desdibujaba los contornos y los convertía en danzantes sombras que parecían trepar por los rincones. Oía voces, y por alguna extraña sensación, éstas sonaban distorsionadas y opacas, apagadas, como si un tapón presionara su tímpano hasta el punto de casi hacer estallar su cabeza. Se echó mano al hombro y palpó con disgusto cómo se le humedecían los dedos: el corte había sangrado en abundancia. Por lo pegajoso de la textura, Link se dijo que, sobre el corte, debía tener puesta una gasa con suero, y cuando sintió de nuevo el dolor, comenzó a despertarse.
- ¡Vaya! Ya estás despierto, ¿has descansado ya o tengo que esperar a que termines la siesta?
Reconocía esa voz. La forma de hablar y el tono insultante pertenecían inconfundiblemente a Luchta. Poco a poco fue recobrando la visibilidad. Ahora los objetos de alrededor eran nítidos y Link pudo apreciarlo todo con más claridad. Se encontraba tumbado en una cama (bastante cómoda, por cierto), y la habitación no era excesivamente grande. Tampoco estaba decorada al gusto, más bien disponía de una mesa y dos taburetes de tres patas, además de un pequeño ventanal amarillento enfrente de la cama. En el techo se habían acumulado restos de hollín, consecuencia de una solitaria lámpara de aceite que colgaba como un péndulo. Las paredes anteriormente debieron estar pintadas de otro color por que, aquí y allá, podían observarse ligeros cambios de tono en el enlucido, y dos o tres ladrillos salientes afeaban aun más el conjunto. Era, evidentemente, una habitación del castillo, quizás un trastero inútil que habían aprovechado para alguna ocasión puntual. Pero, al menos, era un lugar cálido.
- No me encuentro del todo bien – masculló Link-.
- ¡Oh! El señorito no se encuentra bien – agregó Luchta, socarrón -. ¿Y hemos de esperar a que te recuperes para salir de aquí y volver al trabajo?
- Lo siento, olvidaba que tienes una dilatada clientela a la cual atender – Link no se esforzó en ocultar su tono mordaz, y precisamente sus palabras sonaron despreciativas -. Das verdadera lástima.
Luchta se mordió el labio inferior y apretó la mandíbula.
- ¡Pero qué...! Todo eso te pasa por querer hacerte el héroe, además...
Luchta quiso decir algo más, pero los herrajes de la puerta crujieron y alguien entró en el pequeño cuarto. El rey de Hyrule.
- ¡Su majestad! – Luchta dio un respingó y adoptó una pose realmente exagerada, muy acorde con lo superficial de su personalidad -. Os ruego que disculpéis al muchacho. Pasará horas extra trabajando en la cocina para compensaros y...
Luthern lo miró interrogativo.
- Este chico me ha salvado la vida.
Luchta quiso haberse mordido la lengua y tragó una bola de saliva.
- ¿De quien es hijo el muchacho? –agregó inquisitivo el rey.
- ¡Oh, el chico no tiene padres! –se apresuró a responder Luchta -. Vino a mí cuando una... –rectificó, tragó saliva de nuevo y volvió a comenzar, nervioso -. Lo encontré envuelto en trapos cerca del Templo del Tiempo, cuando era tan sólo un niño.
Para entonces Link había recuperado casi por completo la conciencia. Las palabras comenzaban a enhebrarse en frases coherentes dentro de su cabeza, y los sonidos eran más claros y precisos. El hombro le dolía igual, pero seguramente se debiera a los efectos del medicamento más que por el corte en sí. Luthern pasó por delante de Luchta y se dirigió a Link.
- ¿Cómo te llamas, muchacho? – quiso saber Luthern
- Link, señor, mi nombre es Link.
- Así que Link... – el rey se llevó un dedo a los labios, se mesó brevemente la barba y lo miró pensativo. Tosió con dificultad antes de poder continuar. -. Muy bien, Link. Has demostrado un valor digno de un héroe. La familia real de Hyrule os estará eternamente agradecida.
Se dirigió de nuevo hacia la puerta y entonces agregó:
- Ahora procura descansar. Para cuando os hayáis recuperado mantendremos una charla.
Entonces desapareció. Cerró la puerta tras de sí y, de nuevo, Link y Luchta se quedaron solos en el penumbroso cuartillo.
- ¡Vaya con el héroe! Espero que no se te suba a la cabeza – un brillo envidioso debió calar a Luchta hasta en lo más profundo de sus ojos, pues el tono de voz ahora era mucho más despectivo -. Cuando termines lo que tengas que hacer más te vale volver a tu trabajo, si no quieres verme enfadado de verdad.
Link lo miró fijamente a los ojos. Apenas tenía fuerzas para estar de mal humor, y menos aún para malgastar sus escasas energías en frases que, seguramente, no servirían sino para acrecentar el ego de Luchta. No era odio ni desprecio lo que sentía Link hacia ese viejo cascarrabias. Más bien era lástima, pena. Link se preguntó si alguna vez habría sido feliz, y cuanto tiempo habría pasado desde entonces. ¿O era posible que Luchta nunca hubiera sido feliz y que, como consecuencia, descargara su impotencia hacia los demás?
Sin añadir nada más, Luchta salió de la habitación dando un portazo. Seguramente habría esperado algo más de Link, una frase, dos inútiles palabras para poder enseñarse más con él. Pero no fue así. Link se quedó sólo en ese minúsculo inframundo de tenebrosas penumbras. Al contacto con la soledad, le asaltó el sueño.
Pero tampoco duró mucho. Con todo el desaguisado anterior, había perdido considerablemente su percepción del tiempo, de tal modo que no supo si era de día o de noche. Se dijo que debían de faltar unas pocas horas para el amanecer. Ahora que la llama de la lamparilla de aceite se había extinguido por completo, la habitación estaba en silenciosa oscuridad. No entraba ningún hilillo de luz a través de los enmugrecidos cristales de la ventana, de modo que debía ser de noche.
Link se incorporó con violencia. ¿Soñaba, o se trataba de una jugarreta de su imaginación? Había algo anormal en el cuarto. Por un segundo, Link lo percibió. Entre la cortina de oscuridad, como si un fantasmal cuerpo entretejiera su presencia entre los delgados dedos de las sombras, notaba un sinuoso y apenas perceptible movimiento. Entonces lo comprendió. Era la Sheikah.
- Como ves, no me ha sido nada fácil acudir a la cita – masculló Link -. Espero que sepas comprenderlo.
Una sombra, semejante a una figura hecha briznas, se deslizó sobre los contornos que quedaban deshilachados en la penumbra.
- La cita sigue en pié – le contestó la voz fémina de la Sheikah. Link seguía sin poder vislumbrar nada -. Así que procura guardar silencio, mi señora se reunirá con vos de un momento a otro.
- ¿No crees que antes deberías aclararme un par de cosas? – protestó Link -. No sé, por ejemplo, ¿cual es vuestro nombre?
La Sheikah calló por cuestión de uno o dos minutos. Si no fuera por lo débil y frágil de su respiración, Link pensó que se habría evaporado en una nube de sombras.
- Un nombre no significa nada para alguien que busca cobijo entre las sombras – dijo al fin -. Al cabo del tiempo, deja de tener significado.
No pudo distinguirlo con certeza, pero algo había cambiado en la voz de la mujer. Había un deje en sus palabras, un matiz que empañaba su temblorosa voz y hacía desaparecer aquel velo de fuerza y seguridad en sí misma que la correspondía. Fue tan sólo un segundo, y Link no supo si se debía a su imaginación pero, en ese ínfimo intervalo, creyó asomarse al balcón de su verdadera personalidad. Pero la Sheikah se recobró enseguida.
- En todo caso, no creo que sea de una importancia vital – continuó la mujer -. Ni eso ni mi naturaleza Sheikah. Estoy aquí por un sólo motivo, y con eso basta – entre las sombras, su rostro parecía adquirir un matiz semejante al desprecio. O quizás fuera sólo imaginación de Link. Tras una pausa, añadió -: Tengo un encargo para vos.
- ¿Tú? –preguntó Link, huraño.
- Yo, o alguien en cuyo nombre hablo, es igual, ¿no crees?
Link torció los labios y se tragó la oportuna respuesta que tenía en la punta de la lengua. Parecía estúpido, pero era la Sheikah quien dirigía éste absurdo juego, por mucho que le costara admitirlo.
- Depende de lo que quieras de mí – contestó receloso -. ¿Para quién trabajas?
- Eso no debe preocuparte.
- Te gusta hablar de manera enigmática, ¿eh?
- De vez en cuando – contestó ella -. Pero no creas que me olvido de las explicaciones. No es tan fácil darlas. Pronto lo sabrás todo y entonces podrás hacer lo que te plazca con los conocimientos adquiridos. Por ahora sólo espera, la persona que me envía está a punto de llegar.
Link quiso decir algo más, pero la Sheikah desapareció tras las sombras con la misma celeridad con la que había llegado. Vaciló unos segundos antes de acomodarse con los codos en el lecho, y observó por segunda vez su entorno con una mezcla de disgusto e involuntaria curiosidad. No podía ver mucho entre aquella maraña de sombras; de hecho, no había nada interesante que ver, pero algo lo incomodaba. No se debía únicamente al estupor que embargaba sus sensaciones consecuencia de su agitada imaginación, no, era más que eso, pero Link no supo decir qué.
Su paciencia no fue puesta a dura prueba y, tras unos escasos minutos (que a Link se le hicieron como días enteros) oyó tras la puerta otros pasos, gráciles y rápidos como los de la Sheikah. La pesada puerta de madera crujió de nuevo al abrirse y las antorchas del pasillo crearon danzantes sombras que inundaron la pieza de un tono pálido y anaranjado. Alguien entró en la habitación. Por el contorno de su figura, Link creyó distinguir a otra mujer, de menos estatura que la Sheikah, pero más delgada y elegante.
Un chisporroteo centelleó al encender ésta la lamparilla de aceite, que colgaba de los abovedados tramos del techo. Entonces pudo distinguirlo con claridad: era la Princesa Zelda.
Llevaba ahora otro vestido, uno más risueño y ornamentado con tapetes rosas y violetas que colgaban del cincho de su cintura, brocados con sedas, lino y terciopelo, formando en ellos el emblemático símbolo de los tres triángulos dorados. Las flores que prendían sus rubios cabellos habían ahora desaparecido, y sus rizos se deslizaban sobre sus anacarados senos, ocultando a medias su rostro y acentuando las delgadas y suaves líneas de sus rasgos. En contraste con la oscuridad de la habitación, sus dos ojos verdes parecían fulgurar con luz propia, como si Zelda hablase más con sus hermosos ojos que con sus finos labios.
Con un gesto casi involuntario, Link sacudió la cabeza y tardó dos o tres segundos en pensar con claridad. La sorpresa debió de sobrecoger su rostro, porque al ver a Link, Zelda esbozó una sonrisa.
- Mi niñera os ha estado buscando largo tiempo, Link – dijo ella. Link guardó silencio por razón de tres o cuatro largos segundos, sin salir de su asombro. Había algo en los ojos de Zelda, un deje de tristeza quizás, algo difícil de asimilar debido a su belleza, pero que a Link le fascinaba e inquietaba por igual. Recordó, de pronto, la presencia de esa mujer y se sintió incómodo. No era nada que Zelda hubiera dicho (aunque, en realidad, no habían cruzado palabra alguna hasta ese momento), ni nada que pudiera decir aún, ni tampoco los extraños acontecimientos acaecidos hasta ahora, sino solamente la intranquilizadora presencia de la Sheikah, así como su escudriñadora mirada.
- ¡Ah, sí! Ha estado aquí hace unos minutos – dijo al fin. Link se dio cuenta de que estaba nervioso y que se le notaba. No todos los días podía estar uno ante la presencia de una princesa, especialmente una como Zelda, cuya sola presencia ya representaba la viva imagen de la sabiduría y la rectitud -. Es una persona muy habladora – espetó irónico.
- Si lo que tengo que deciros pudiera estar en boca de cualquiera, no la habría elegido a ella, créeme – dijo Zelda -. Pero no es fácil dar con la persona adecuada para la tarea adecuada.
- Sí, no sabía que ser petulante y ladino fuera tan útil – contestó Link, punzante.
Se hizo un silencio que, cada segundo que se prolongaba, era más incómodo.
- En todo caso, gracias por salvar a mi padre – dijo Zelda, deslizando la mirada hasta el otro extremo de la habitación -. De no ser por ti, ahora estaría muerto, o quien sabe, quizás algo peor.
- No creo que haya cosas peores que la muerte –objetó Link.
- Por desgracia, las hay – terció Zelda -. Hay muchas maneras diferentes de sufrir horrores más dolorosos que la misma muerte – su mirada se contrajo, y Link observó cómo sus ojos se cuajaban de lágrimas. Se dijo que la faltaba poco para romper a llorar. Pero Zelda se dominó enseguida, y entonces añadió despacio -: Mi padre se muere… es preso de una terrible enfermedad. Cada vez está más débil. Puedo ver cómo la luz de sus ojos se apaga, y como el resplandor de Hyrule se desvanece junto con él.
Link calló de nuevo. ¿Cómo podía él consolar a alguien? ¿De qué manera Link, un chico cuya única finalidad había sido siempre obedecer las ambiciosas órdenes de un viejo loco y que, como recompensa, sólo había obtenido reproches, podía sacar las palabras precisas de consuelo? Si, precisamente, lo que necesitaba él era lo mismo.
- Lo siento mucho, Zelda – dijo Link, con una dulzura que, en sus labios, sonaba artificial -. Pero no me has hecho llamar sólo para contarme eso… -objetó con cautela.
- No, es verdad – Zelda se recompuso enseguida, y Link se preguntó de donde sacaría esa mujer tanta fuerza interior -. Así son las ruedas que hacen girar nuestro mundo. Te he hecho llamar por otro motivo.
LanzaTM escribió:Segunda parte del relato. Espero que os guste.
Llegado un punto, creo que este relato se lee mejor con esto de fondo: https://www.youtube.com/watch?v=UpfYSyiyf2U
La Leyenda de Zelda3
El crepúsculo había cedido el testigo a la noche, y las constelaciones comenzaban su titilante baile sobre el paño de nubes que flotaba en el horizonte. La luna estaba en su fase menguante y, de vez en cuando, parpadeaba débilmente en pequeños puntos de luz que parecían desaparecer a cada instante. Acompañando a la noche, llegó también la correspondiente bajada de temperatura, y un viento seco cimbreaba las ramas de los abetos y abedules que decoraban el estucado de las calles. No supo si se debía a su imaginación, pero Link pudo distinguirlo con claridad: ¿no traía el viento un murmullo, como el susurro reseco de hojas marchitas? ¿No parecía apenas perceptible, entre el viento, una voz sibilante, maléfica, que llegaba de todas direcciones? Link sacudió la cabeza. “¡Tonterías!” Se dijo.
Enfadado consigo mismo, se encaminó en dirección al castillo. Poco antes había buscado a Luchta en la taberna, pero no lo había encontrado, de modo que el único lugar donde poder hallarlo (a él tanto como a casi todos los habitantes de la ciudad) era en los alrededores del patio y la liza del castillo. Había estado con anterioridad unas dos o tres veces en las cocinas reales, de modo que ya conocía el camino a seguir.
La ciudad había enmudecido en un profundo silencio. Más que eso, estaba muerta. Más allá de los quedos ladridos de los perros que jugueteaban por los callejones traseros, la nívea brisa y el aleteo de unos gorrioncillos era lo único que llegaba a sus oídos. El pulso sanguíneo de la Gran Ciudad se había extinguido casi por completo. A lo lejos, por encima del tejado de las chatas casas, relucían los diversos artificios que se lanzaban hacia el cielo, y un hedor a pólvora comenzó a inundar las aproximaciones del patio de armas, que parecía más bien un claustro monástico.
Atravesó el barrio del mercado y llegó por fin la las inmediaciones del castillo. Éste no podía ser más hermoso. El castillo real de Hyrule era una imagen del poderío del reino en la antigüedad, y había servido de base para las prosas de cientos de trovadores, que versaban su canto llenos de dicha. Las atalayas y alcazabas guardaban perfecta analogía con el cuerpo principal del castillo, y se alzaban a tal altura que casi parecían rasgar el firmamento con sus agujas. Era una joya tallada minuciosamente al detalle. El adarve estaba rematado por multitud de almenas, y disponía también de matacanes y garitas voladas para mejorar las condiciones de los arqueros sobre los posibles atacantes. La torre del homenaje era especialmente destacable, y se abrigaba del resto de los componentes tras una doble cortina de anillos defensivos. El resto de dependencias estaban conectadas entre sí por un gran patio, que ésta vez servía como lugar de ceremonias para los habitantes. En realidad, el castillo de la Gran Ciudad de Hyrule no era excesivamente grande, pero tenía tal apariencia que evocaba a aquellos cuentos de fantasía que le contaban las madrinas a las princesas para que éstas pudieran dormir.
Cuando hubo cruzado la liza, torció por el patio de armas y entró en la dependencia del aljibe. Un poco más allá, a unos cuatro codos de distancia, unas escaleras se perdían en el sótano para llegar a la cocina. Al ver a Link, Luchta lo taladró con la mirada.
- Lo siento, Luchta – se excusó Link-, he llegado tarde. Yo…
- ¡Cállate, pedazo de inútil! – bufó éste -. ¡Vamos, deprisa! Ponte tus mejores ropas y ve a servir vino a la mesa del rey.
Link hizo una mueca, como si de repente se hubiera mordido la lengua. Se miró de arriba abajo y alzó los hombros. Llevaba puesto su mejor atuendo… que, por contra, era el único que tenía. Luchta lo miró inquisitivo e hizo un gesto de desdén.
- ¡Esto es el colmo! – gruño, mientras se acercaba con pasos acelerados hasta el otro extremo de la cocina. Allí había todo tipo de cacharros apilados los unos contra los otros: marmitas, cazos, cacerolas, sartenes y cucharas de palo. Luchta se detuvo en un hueco entre todos ellos, abrió lo que parecía ser un arcón y sacó de él unas ropas nuevas -. Ten, ponte esto. ¡Y date prisa, el banquete ya ha empezado! Si no subes allí en menos de cinco minutos te mandaré azotar.
Link se desvistió aprisa y de mala gana. Se aseó el torso rápidamente en una pila y se enfundó las ropas que Luchta le había tirado a la cara. Era un simple traje de escudero, cuyo único ornamento destacable consistía en el emblema real de la Trifuerza, pero al menos era más cálido que los harapos que antes llevaba puestos… y tenía menos agujeros.
- Tú tan sólo lleva la bandeja con las copas allá donde te ordenen – prosiguió Luchta, ésta vez más calmado -. ¡Y procura mantener la boca cerrada, no vayas a estropearlo todo!
Una vez las copas estuvieron llenas de vino, Link ascendió trabajosamente hasta el salón del trono. Era una sala de grandes dimensiones, y había allí reunidos gran parte de los mejores caballeros de Hyrule. El ventanal del fondo era, a su vez, la mansarda de la torre de homenaje, pero ésta era mucho más espaciosa, de modo que formaba una estancia rectangular rica en detalles. A ambos lados, ornamentados en ribetes de plata y oro, dos tapices cubrían la pared y daban amparo a la mesa dispuesta para la cena. Link intentó contar a las personas allí reunidas pero, cuando creyó llegar a veinte, perdió la cuenta.
De lo más destacable era el trono del rey, guarnecido con salientes y puños de oro macizo. Luthern III era toda una eminencia en cuanto al legado de los pasados reyes, y no supo decir a qué rama de la genealogía real pertenecía éste, pues el árbol de la familia debía ascender a unos cuantos cientos de años atrás. No era un hombre que sobresaliera físicamente, pues su complexión era más bien media y ya, a su edad, le pesaba la barriga un poco más de lo que debiera. Sin embargo, la franqueza de expresión y la serenidad que despedía su rostro debía imponer hasta a el más docto de los guerreros, y más de algún listillo imprudente habría tenido que comprobarlo. Su barba, blanca y abundante, le daban un aspecto mucho más mayor de lo que ya era, y contrastaba con lo azul de sus ojos. Luthern III era, sin duda, la mismísima imagen de la sabiduría y la experiencia.
Link casi se atragantó con su propia lengua. En la cabecera de la mesa, en un lugar más prominente que el mismo rey, estaba la princesa de Hyrule, Zelda. Link se quedó embelesado por cuestión de uno o dos minutos...
- ¡Vamos haragán! – le azuzó Luchta, dándole un golpecito con el codo. Éste se había acercado por detrás, y portaba en sus manos una bandeja aún más grande que la anterior, donde llevaba un humeante asado y verduras varias -. El rey no nos paga por perder el tiempo, ¿crees que va a esperar eternamente a que le sirvas el vino?
Una vez hubo examinado el entorno (y una vez que Luchta estuvo lo suficientemente lejos como para no medir cada uno de sus movimientos), comenzó a servir las copas de vino allá donde se le dijera. Link tropezaba más que caminaba ante la cantidad de peticiones, y por un momento casi perdió el equilibrio del mareo que comenzó a atenazarle. Eran muchos más comensales de los que en un principio hubo contado, y el jaleo de las risas y los gritos de júbilo que retumbaban en las marmóreas paredes llenaba sus oídos de un sordo zumbido. El vino se escanciaba repetidas veces sobre los odres, y ya comenzaba a causar estragos entre aquellos invitados que no sabían controlar su paladar. Uno, especialmente, estaba tan borracho que ya ni se tenía en pie, y hubiera hablado cosas más inteligentes de haber estado callado.
Por fin pudo contemplarla de cerca. A duras penas, se había aproximado lo suficiente como para percibir cada uno de los detalles. Zelda era una niña, de no más de veinte años de edad, ataviada con un precioso vestido blanco de época. Por un momento, todos los invitados parecieron desaparecer y, en ese diminuto instante, sólo quedaron ellos dos en la sala; un humilde mozo de cocina y la Princesa de Hyrule, el reino de las leyendas. Tenía el cabello rubio como venas de Sol, recogido tras las orejas con un sencillo lazo, y su piel era como el nácar. Sus rasgos eran finos, y evocaban a un cuento de fantasía; a un mundo al que ni Link ni nadie más pertenecía, un mundo de cuento al que sólo podía pertenecer ella.
Por un momento, un ridículo instante, nada más, pero un segundo que a Link le pareció eterno, Zelda levantó sus vaporosas pestañas y clavó la vista en sus pupilas. Sus ojos... ¿cómo describirlos? Eran dos poemas de amor. ¡Cómo debían extrañarlos en el firmamento! Dos asfódelos verdes recogidos en un puño de inconmensurable belleza.
Link parpadeó dos o tres veces antes de volver en sí. Algo no marchaba bien. El frecuente jaleo de la cena había dado paso a un desacostumbrado silencio. Alguien más había entrado en la sala.
Un hombre alto, de complexión fuerte y embutido en una armadura negra de la que colgaba una capa marrón quemado. Tenía la barba dura, su rostro estaba surcado de incontables cicatrices, y una corta melena de color rojizo adornaba su cabeza. Tras de sí había dejado un velo de temor, unas acezantes sombras que, con sus delgados y largos dedos, parecían rozar hasta el más recóndito rincón de la sala. No era tan sólo una impresión premonitoria, no; más que eso, había un halo malvado alrededor de su persona.
- ¡Bravo! – dijo éste, aplaudiendo audiblemente y acercándose con pasos pesados y lentos hacia el otro lado de la mesa -. Mis más humildes felicitaciones, querida Zelda.
- ¡Ganondorf! – Luthern se incorporó de súbito.
- Es una lástima que no haya recibido ninguna invitación de vuestra parte – Ganondorf sonrió con suspicacia -. El cumpleaños de la Princesa Zelda es un acontecimiento que nadie debería perderse, ¿no creéis, alteza? –y esas últimas palabras las pronunció con un tono burlón, casi desafiante.
Luthern lo miró malhumorado y se levantó de su asiento como bien pudo. Las articulaciones del brazo le temblaban. Ahora que Link estaba a una distancia menor, podía apreciarlo con claridad: su rostro era pálido y enfermizo, y bajo sus ojos se diferenciaban unos surcos oscuros y apagados.
- ¿Qué diablos es lo que queréis, Ganondorf? – dijo Luthern, tajante -. Las leyes de Hyrule os prohiben la entrada tanto a la ciudad como al castillo.
- ¿La ley? – increpó Ganondorf, despectivo -. ¿La ley dices?
- La ley de Hyrule mantiene al pueblo en paz y armonía mutua, para que podamos vivir en unión con nuestras tres Venerables Señoras.
- ¡Esa es la ley que vos mismo habéis promulgado! – Ganondorf se puso tenso, pero se recobró enseguida. Había un extraño brillo en los ojos de aquel hombre, un brillo malvado y profundo, que hacía a uno guardar todas las distancias posibles. Ese hombre era peligroso -. No debéis olvidar, mi querido rey, que un día fui yo uno de vuestros mejores hombres.
Calló por un momento y se llevó el puño a los labios, pensativo. Entre el auditorio había comenzado a levantarse cierto revuelo y en uno y otro rincón podían escucharse diminutas murmuraciones.
- Tan sólo he venido a haceros una pequeña petición – continuó-.
- ¿Una petición? – balbució Luthern, no sin cierto asombro en su expresión.
- ¿Qué mejor día para pedir algo que en el cumpleaños de nuestra querida princesa? No es mucho lo que os pido. Dejadme pasar a mí y a mi ejército a través de la Gran Ciudad.
Luthern arqueó las cejas y lo miró con atención.
- Lo que pedís es imposible.
- ¡Pero mi pueblo se muere! – exclamó Ganondorf, ahora con enojo -. Sólo pido pasar a través de la ciudad para alcanzar las llanuras norteñas. Sólo buscamos un lugar mejor, ¿es eso mucho pedir?
- Hay muchos lugares en Hyrule donde buscar un nuevo hogar. Y muchos de ellos no quedan tan lejos del desierto Gerudo. Como ves, no tengo ningún motivo para acceder a tus inoportunas peticiones.
Ganondorf apretó los puños y lo miró con porfía. Un nervio se le contrajo en la garganta y, por un momento, Link pensó que explotaría de la rabia.
- ¡Bien! Como queráis – añadió Ganondorf. Y a continuación dijo con arrogancia -: Entonces deberéis ateneos a las consecuencias. Hoy he venido como suplicante pero, tarde o temprano, lo exigiré.
A Link le extrañaba que no lo hubiera hecho ya, pues el tono arrogante y despectivo que despedía de sus labios era como un veneno que no pasaba desapercibido. Ganondorf se encaminó hacia la salida con paso firme y se detuvo en el umbral.
El movimiento fue demasiado rápido como para percibirlo.
En una fracción de segundo, Ganondorf dio media vuelta, sacó del interior de su capa un puñal de unos quince centímetros de longitud y lo arrojó contra el rey. Link no supo cómo, pero como si algo hubiera despertado en su interior, se interpuso en la trayectoria del cuchillo; el arma chocó violentamente contra la chapa de la bandeja, perforando su hombro; el impacto fue tan grande que Link cayó a plomo con un golpe sordo, golpeándose la cabeza contra el cabestrillo de la mesa. Un dolor terrible y punzante se apoderó de todas sus sensaciones y, justo antes de perder el conocimiento, comprobó que Ganondorf había ya desaparecido.
4
No supo cuanto tiempo hubo permanecido inconsciente pero, cuando despertó, todo a su alrededor daba vueltas. Las nebulosas telarañas que había tras sus ojos formaban un espeso velo que desdibujaba los contornos y los convertía en danzantes sombras que parecían trepar por los rincones. Oía voces, y por alguna extraña sensación, éstas sonaban distorsionadas y opacas, apagadas, como si un tapón presionara su tímpano hasta el punto de casi hacer estallar su cabeza. Se echó mano al hombro y palpó con disgusto cómo se le humedecían los dedos: el corte había sangrado en abundancia. Por lo pegajoso de la textura, Link se dijo que, sobre el corte, debía tener puesta una gasa con suero, y cuando sintió de nuevo el dolor, comenzó a despertarse.
- ¡Vaya! Ya estás despierto, ¿has descansado ya o tengo que esperar a que termines la siesta?
Reconocía esa voz. La forma de hablar y el tono insultante pertenecían inconfundiblemente a Luchta. Poco a poco fue recobrando la visibilidad. Ahora los objetos de alrededor eran nítidos y Link pudo apreciarlo todo con más claridad. Se encontraba tumbado en una cama (bastante cómoda, por cierto), y la habitación no era excesivamente grande. Tampoco estaba decorada al gusto, más bien disponía de una mesa y dos taburetes de tres patas, además de un pequeño ventanal amarillento enfrente de la cama. En el techo se habían acumulado restos de hollín, consecuencia de una solitaria lámpara de aceite que colgaba como un péndulo. Las paredes anteriormente debieron estar pintadas de otro color por que, aquí y allá, podían observarse ligeros cambios de tono en el enlucido, y dos o tres ladrillos salientes afeaban aun más el conjunto. Era, evidentemente, una habitación del castillo, quizás un trastero inútil que habían aprovechado para alguna ocasión puntual. Pero, al menos, era un lugar cálido.
- No me encuentro del todo bien – masculló Link-.
- ¡Oh! El señorito no se encuentra bien – agregó Luchta, socarrón -. ¿Y hemos de esperar a que te recuperes para salir de aquí y volver al trabajo?
- Lo siento, olvidaba que tienes una dilatada clientela a la cual atender – Link no se esforzó en ocultar su tono mordaz, y precisamente sus palabras sonaron despreciativas -. Das verdadera lástima.
Luchta se mordió el labio inferior y apretó la mandíbula.
- ¡Pero qué...! Todo eso te pasa por querer hacerte el héroe, además...
Luchta quiso decir algo más, pero los herrajes de la puerta crujieron y alguien entró en el pequeño cuarto. El rey de Hyrule.
- ¡Su majestad! – Luchta dio un respingó y adoptó una pose realmente exagerada, muy acorde con lo superficial de su personalidad -. Os ruego que disculpéis al muchacho. Pasará horas extra trabajando en la cocina para compensaros y...
Luthern lo miró interrogativo.
- Este chico me ha salvado la vida.
Luchta quiso haberse mordido la lengua y tragó una bola de saliva.
- ¿De quien es hijo el muchacho? –agregó inquisitivo el rey.
- ¡Oh, el chico no tiene padres! –se apresuró a responder Luchta -. Vino a mí cuando una... –rectificó, tragó saliva de nuevo y volvió a comenzar, nervioso -. Lo encontré envuelto en trapos cerca del Templo del Tiempo, cuando era tan sólo un niño.
Para entonces Link había recuperado casi por completo la conciencia. Las palabras comenzaban a enhebrarse en frases coherentes dentro de su cabeza, y los sonidos eran más claros y precisos. El hombro le dolía igual, pero seguramente se debiera a los efectos del medicamento más que por el corte en sí. Luthern pasó por delante de Luchta y se dirigió a Link.
- ¿Cómo te llamas, muchacho? – quiso saber Luthern
- Link, señor, mi nombre es Link.
- Así que Link... – el rey se llevó un dedo a los labios, se mesó brevemente la barba y lo miró pensativo. Tosió con dificultad antes de poder continuar. -. Muy bien, Link. Has demostrado un valor digno de un héroe. La familia real de Hyrule os estará eternamente agradecida.
Se dirigió de nuevo hacia la puerta y entonces agregó:
- Ahora procura descansar. Para cuando os hayáis recuperado mantendremos una charla.
Entonces desapareció. Cerró la puerta tras de sí y, de nuevo, Link y Luchta se quedaron solos en el penumbroso cuartillo.
- ¡Vaya con el héroe! Espero que no se te suba a la cabeza – un brillo envidioso debió calar a Luchta hasta en lo más profundo de sus ojos, pues el tono de voz ahora era mucho más despectivo -. Cuando termines lo que tengas que hacer más te vale volver a tu trabajo, si no quieres verme enfadado de verdad.
Link lo miró fijamente a los ojos. Apenas tenía fuerzas para estar de mal humor, y menos aún para malgastar sus escasas energías en frases que, seguramente, no servirían sino para acrecentar el ego de Luchta. No era odio ni desprecio lo que sentía Link hacia ese viejo cascarrabias. Más bien era lástima, pena. Link se preguntó si alguna vez habría sido feliz, y cuanto tiempo habría pasado desde entonces. ¿O era posible que Luchta nunca hubiera sido feliz y que, como consecuencia, descargara su impotencia hacia los demás?
Sin añadir nada más, Luchta salió de la habitación dando un portazo. Seguramente habría esperado algo más de Link, una frase, dos inútiles palabras para poder enseñarse más con él. Pero no fue así. Link se quedó sólo en ese minúsculo inframundo de tenebrosas penumbras. Al contacto con la soledad, le asaltó el sueño.
Pero tampoco duró mucho. Con todo el desaguisado anterior, había perdido considerablemente su percepción del tiempo, de tal modo que no supo si era de día o de noche. Se dijo que debían de faltar unas pocas horas para el amanecer. Ahora que la llama de la lamparilla de aceite se había extinguido por completo, la habitación estaba en silenciosa oscuridad. No entraba ningún hilillo de luz a través de los enmugrecidos cristales de la ventana, de modo que debía ser de noche.
Link se incorporó con violencia. ¿Soñaba, o se trataba de una jugarreta de su imaginación? Había algo anormal en el cuarto. Por un segundo, Link lo percibió. Entre la cortina de oscuridad, como si un fantasmal cuerpo entretejiera su presencia entre los delgados dedos de las sombras, notaba un sinuoso y apenas perceptible movimiento. Entonces lo comprendió. Era la Sheikah.
- Como ves, no me ha sido nada fácil acudir a la cita – masculló Link -. Espero que sepas comprenderlo.
Una sombra, semejante a una figura hecha briznas, se deslizó sobre los contornos que quedaban deshilachados en la penumbra.
- La cita sigue en pié – le contestó la voz fémina de la Sheikah. Link seguía sin poder vislumbrar nada -. Así que procura guardar silencio, mi señora se reunirá con vos de un momento a otro.
- ¿No crees que antes deberías aclararme un par de cosas? – protestó Link -. No sé, por ejemplo, ¿cual es vuestro nombre?
La Sheikah calló por cuestión de uno o dos minutos. Si no fuera por lo débil y frágil de su respiración, Link pensó que se habría evaporado en una nube de sombras.
- Un nombre no significa nada para alguien que busca cobijo entre las sombras – dijo al fin -. Al cabo del tiempo, deja de tener significado.
No pudo distinguirlo con certeza, pero algo había cambiado en la voz de la mujer. Había un deje en sus palabras, un matiz que empañaba su temblorosa voz y hacía desaparecer aquel velo de fuerza y seguridad en sí misma que la correspondía. Fue tan sólo un segundo, y Link no supo si se debía a su imaginación pero, en ese ínfimo intervalo, creyó asomarse al balcón de su verdadera personalidad. Pero la Sheikah se recobró enseguida.
- En todo caso, no creo que sea de una importancia vital – continuó la mujer -. Ni eso ni mi naturaleza Sheikah. Estoy aquí por un sólo motivo, y con eso basta – entre las sombras, su rostro parecía adquirir un matiz semejante al desprecio. O quizás fuera sólo imaginación de Link. Tras una pausa, añadió -: Tengo un encargo para vos.
- ¿Tú? –preguntó Link, huraño.
- Yo, o alguien en cuyo nombre hablo, es igual, ¿no crees?
Link torció los labios y se tragó la oportuna respuesta que tenía en la punta de la lengua. Parecía estúpido, pero era la Sheikah quien dirigía éste absurdo juego, por mucho que le costara admitirlo.
- Depende de lo que quieras de mí – contestó receloso -. ¿Para quién trabajas?
- Eso no debe preocuparte.
- Te gusta hablar de manera enigmática, ¿eh?
- De vez en cuando – contestó ella -. Pero no creas que me olvido de las explicaciones. No es tan fácil darlas. Pronto lo sabrás todo y entonces podrás hacer lo que te plazca con los conocimientos adquiridos. Por ahora sólo espera, la persona que me envía está a punto de llegar.
Link quiso decir algo más, pero la Sheikah desapareció tras las sombras con la misma celeridad con la que había llegado. Vaciló unos segundos antes de acomodarse con los codos en el lecho, y observó por segunda vez su entorno con una mezcla de disgusto e involuntaria curiosidad. No podía ver mucho entre aquella maraña de sombras; de hecho, no había nada interesante que ver, pero algo lo incomodaba. No se debía únicamente al estupor que embargaba sus sensaciones consecuencia de su agitada imaginación, no, era más que eso, pero Link no supo decir qué.
Su paciencia no fue puesta a dura prueba y, tras unos escasos minutos (que a Link se le hicieron como días enteros) oyó tras la puerta otros pasos, gráciles y rápidos como los de la Sheikah. La pesada puerta de madera crujió de nuevo al abrirse y las antorchas del pasillo crearon danzantes sombras que inundaron la pieza de un tono pálido y anaranjado. Alguien entró en la habitación. Por el contorno de su figura, Link creyó distinguir a otra mujer, de menos estatura que la Sheikah, pero más delgada y elegante.
Un chisporroteo centelleó al encender ésta la lamparilla de aceite, que colgaba de los abovedados tramos del techo. Entonces pudo distinguirlo con claridad: era la Princesa Zelda.
Llevaba ahora otro vestido, uno más risueño y ornamentado con tapetes rosas y violetas que colgaban del cincho de su cintura, brocados con sedas, lino y terciopelo, formando en ellos el emblemático símbolo de los tres triángulos dorados. Las flores que prendían sus rubios cabellos habían ahora desaparecido, y sus rizos se deslizaban sobre sus anacarados senos, ocultando a medias su rostro y acentuando las delgadas y suaves líneas de sus rasgos. En contraste con la oscuridad de la habitación, sus dos ojos verdes parecían fulgurar con luz propia, como si Zelda hablase más con sus hermosos ojos que con sus finos labios.
Con un gesto casi involuntario, Link sacudió la cabeza y tardó dos o tres segundos en pensar con claridad. La sorpresa debió de sobrecoger su rostro, porque al ver a Link, Zelda esbozó una sonrisa.
- Mi niñera os ha estado buscando largo tiempo, Link – dijo ella. Link guardó silencio por razón de tres o cuatro largos segundos, sin salir de su asombro. Había algo en los ojos de Zelda, un deje de tristeza quizás, algo difícil de asimilar debido a su belleza, pero que a Link le fascinaba e inquietaba por igual. Recordó, de pronto, la presencia de esa mujer y se sintió incómodo. No era nada que Zelda hubiera dicho (aunque, en realidad, no habían cruzado palabra alguna hasta ese momento), ni nada que pudiera decir aún, ni tampoco los extraños acontecimientos acaecidos hasta ahora, sino solamente la intranquilizadora presencia de la Sheikah, así como su escudriñadora mirada.
- ¡Ah, sí! Ha estado aquí hace unos minutos – dijo al fin. Link se dio cuenta de que estaba nervioso y que se le notaba. No todos los días podía estar uno ante la presencia de una princesa, especialmente una como Zelda, cuya sola presencia ya representaba la viva imagen de la sabiduría y la rectitud -. Es una persona muy habladora – espetó irónico.
- Si lo que tengo que deciros pudiera estar en boca de cualquiera, no la habría elegido a ella, créeme – dijo Zelda -. Pero no es fácil dar con la persona adecuada para la tarea adecuada.
- Sí, no sabía que ser petulante y ladino fuera tan útil – contestó Link, punzante.
Se hizo un silencio que, cada segundo que se prolongaba, era más incómodo.
- En todo caso, gracias por salvar a mi padre – dijo Zelda, deslizando la mirada hasta el otro extremo de la habitación -. De no ser por ti, ahora estaría muerto, o quien sabe, quizás algo peor.
- No creo que haya cosas peores que la muerte –objetó Link.
- Por desgracia, las hay – terció Zelda -. Hay muchas maneras diferentes de sufrir horrores más dolorosos que la misma muerte – su mirada se contrajo, y Link observó cómo sus ojos se cuajaban de lágrimas. Se dijo que la faltaba poco para romper a llorar. Pero Zelda se dominó enseguida, y entonces añadió despacio -: Mi padre se muere… es preso de una terrible enfermedad. Cada vez está más débil. Puedo ver cómo la luz de sus ojos se apaga, y como el resplandor de Hyrule se desvanece junto con él.
Link calló de nuevo. ¿Cómo podía él consolar a alguien? ¿De qué manera Link, un chico cuya única finalidad había sido siempre obedecer las ambiciosas órdenes de un viejo loco y que, como recompensa, sólo había obtenido reproches, podía sacar las palabras precisas de consuelo? Si, precisamente, lo que necesitaba él era lo mismo.
- Lo siento mucho, Zelda – dijo Link, con una dulzura que, en sus labios, sonaba artificial -. Pero no me has hecho llamar sólo para contarme eso… -objetó con cautela.
- No, es verdad – Zelda se recompuso enseguida, y Link se preguntó de donde sacaría esa mujer tanta fuerza interior -. Así son las ruedas que hacen girar nuestro mundo. Te he hecho llamar por otro motivo.
Y en fin, sólo escribí hasta aquí. Fue hace mucho, en 2010 o así. Tenía material suficiente para continuar escribiendo una historia propia, pero al final no hice ni una cosa ni la otra. Si os gusta, ya estaré contento
elreydelanime escribió:Ye, qué os pasa hoy que no decís ni mu? xD
Strophe escribió:Se comenta por las reviews que:
[*]El Zelda funciona mejor ahora que en las exposiciones previas de la switch
[*]Duración de 3h 4 minutos supongo que esto sera con el brillo a la mitad o al minimo, porque en la review que puse antes, pone que les dura 2 horas 30 minutos.
ZipiZape escribió:se sabe ya la fecha del embargo para los analisis???
Saludos
Nice1982 escribió:qué es eso de que el mapa es 2,5 veces más grande que el Skyrim? Nos hemos vuelto locos? bendita locura
No me había fijado antes de que las armas que aparecen abajo a la izquierda, encima de los escudos, son el fire rod, el lightning rod y - intuyo - el ice rod, y encima de ellas lo que parecen ser sus mejoras. Supongo que podrás darle atributos a una arma (durabilidad, mas daño, velocidad... no sé) o evolucionarla. Mola mucho. Estas parecem como las armas especiales del juego, ya que faltan todas las espadas comunes, lanzas, hachas - espero que hayan de guerra -, mazas...
Otorgarán los skins que se ven beneficios o solo serviran para tunearlo?
Como me tiene loco este juego madre mía
soyun escribió:Han sacado dos temas para 3DS: https://www.youtube.com/watch?v=i_A8Ve1jPxA
Yo me he pillado el segundo
parece ser que los ropajes verdes serán los antiguos. Los de los primeros Zeldas de la NES.
jondaime_sama escribió:No encuentro el juego para reservar en la web de Carrefour, ¿me echáis una mano?. Me interesa la edición limitada.
Gracias!!
I can't say much about Breath of the Wild yet, but I can confirm that it is very much a Zelda game, though it doesn't look like anything you've seen before. Notably, it also performed a lot better than it did at preview events, where I noticed stuttering and occasional slowdown while it was connected to the dock. I wasn't expecting much from the Switch's graphical capabilities, but there are plenty of moments where Breath of the Wild is just strikingly beautiful.
Me encontré con esta imagen navegando por 4chan creo que es un traje de los que aparecen en los supuestos DLC que tendrá el juego
ericqt escribió:Buenaas me uno al hilo, os voy a hacer una pregunta que seguramente ya se haya respondido pero no tengo tiempo para leerme todo el hilo desde el principio
Se sabe si se podra jugar en diferentes partidas? Me refiero a a que si comparto la consola y el juego con mi hermano podamos guardar nuestro progreso en diferentes partidas. Yo supongo que se asociara la partida con la cuenta, a ver si me podeis ayudar, gracias.
killopofis escribió:¿Se sabe a que hora se levanta el embargo para los analisis?
Fredy_ES escribió:killopofis escribió:¿Se sabe a que hora se levanta el embargo para los analisis?
Los análisis son el dia 1-2 de Marzo. Hoy salen las previews del juego. Las impresiones de las primeras horas. La hora no la sé, pero a lo largo del día se irán poniendo por aquí