Según ha admitido Intel, el nodo de 7 nm de la compañía (que ya había sido retrasado anteriormente) va "aproximadamente doce meses por detrás del objetivo interno". Bob Swan, máximo responsable de Intel, achaca el nuevo retraso a problemas en la degradación del rendimiento de las obleas (el número de procesadores que salen sin defectos en cada tanda), lo que hace inviable su lanzamiento comercial sin arriesgarse a pérdidas millonarias.
La situación es delicada, puesto que como pudimos ver durante el trastabillante salto a los 10 nm, un retraso de este calibre puede afectar a toda la cadena de suministro de Intel. En consecuencia, Intel ha planteado una serie de planes de contingencia entre los que se incluye el uso de fundiciones externas. Swan no ha proporcionado más detalles, pero cabe recordar que hace unos meses se rumoreó que Samsung podría fabricar chips bajo pedido en caso de que así fuera necesario.
El retraso en los procesos de 7 nm no solo afectará a los chips de consumo, sino también a aquellos de uso industrial. Así, las primeras CPU para servidores y centros de datos se esperan ahora en la primera mitad de 2023, mientras que Ponte Vecchio, el procesador gráfico Xe para centros de datos con el que Intel esperaba competir con Nvidia, no llegará hasta finales de 2021 o comienzos de 2022 con la posible ayuda de proveedores externos para fabricar parte de sus chiplets.
Cabe señalar que TSMC, el fabricante contratado por AMD para asistirle en las labores de producción de sus chips, habrá reducido el tamaño de su nodo hasta los 3 nm aproximadamente para cuando Intel quiera lanzar sus primeros procesadores a 7 nm. Incluso si sus litografías no son totalmente comparables, el traspié de la firma estadounidense dejará más espacio para que crezcan sus rivales. Los viejos y los nuevos.