Desde que toda esta mierda se desató ha habido multitud de ocasiones en las que he estado en una situación, digamos, comprometida. Pero casi siempre la necesidad de moverme rápido para salvar mi vida ha tenido la virtud de no dejarme pensar realmente lo que estaba pasando a mi alrededor. Sin embargo, mientras estaba en la planta superior de esa casa, entre penumbras, oyendo el sonido proveniente de la planta baja, por primera vez he de reconocer que estaba cagado de miedo.
Respirando entrecortadamente me acerqué a la puerta de esa estancia, un dormitorio con una cama antigua, monstruosamente grande, con dosel. Toda la casa olía a cerrado y a humedad, pero de fondo podía sentir un leve aroma a corrupción, a podrido. Supongo que ya me mentalicé para lo peor. Al llegar junto a la puerta, estiré la mano hacia el elaborado pomo de cristal,y con una profunda inspiración, abrí la puerta de un tirón, mientras saltaba hacia atrás.
Nada. Tan solo un cuarto a oscuras. Con manos torpes busqué en el fondo de la mochila vacía y saqué una linterna. Alumbrando mi camino, me introduje en el cuarto a oscuras. Podía oir el rumor de la lluvia y del agua cayendo por los canalones mientras de fondo, de cuando en cuando, sonaban potentes truenos que hacían retumbar toda la casa. La puta tormenta estaba encima nuestra en ese mismo momento. Para ser sincero conmigo mismo, he de reconocer que estaba muerto de miedo.
La habitación contigua, un comedor, daba paso a una especie de distribuidor, un zaguán de donde arrancaba una escalera que conducía a la planta baja. Supuse que la casa y la tienda de productos nauticos de la planta inferior estaban conectadas por dentro. Serían del mismo dueño. Yo que se. Lo cierto es que cuando tenía apoyado el pie en el primer escalón e iba a iniciar el descenso he vuelto a oir el mismo puto ruido de antes. Era como una especie de golpeteo rítmico, constante, acompañado como de....¿cascabeles?.
Splam, splam, splam, splam,splam, SPLAM!..... y de repente, paraba. Y de nuevo otra vez, con esos puñeteros cascabeles de fondo. Era para volverse loco.
El ruido no venía de abajo. Estaba equivocado. Provenía de la misma planta donde yo me encontraba. Justo del fondo de la casa. Podía haberlo ignorado y simplemente limitarme a bajar las escaleras, saquear lo que me hiciera falta y salir por donde había entrado, pero soy humano. Y los humanos, aparte de irracionales, estupidos e imprevisibles somos, sobre todo, curiosos. Quería saber que coño era ese ruido. NECESITABA saber que demonios era eso. Así que, cagado de miedo, empuñando la Glock en la mano derecha y la linterna temblando en la izquierda me giré y empecé a caminar hacia el fondo de la casa.
Atravesé una especie de salita, con un televisor a oscuras, un par de sofás, algunas revistas de hacía mas de un mes y una solitaria calceta abandonada sobre una mesa camilla, que tenía otra puerta al fondo. El ruido sonaba aquí mas potente. Me estaba acercando. Al llegar a la puerta, acerqué el ojo a la cerradura. No se veía absolutamente nada, pero el olor a descomposición era mas intenso aquí. Agarrando la linterna con la boca, abri la puerta de un tirón, solo para encontrarme con un nuevo pasillo, mas corto, con dos puertas.
SPLAM!. El golpe sonó fuerte, claro,intenso, mientras una vaharada de aire podrido asaltaba mis fosas nasales. SPLAM! Dando un par de pasos, entré cautelosamente en el pasillo, mientras trataba de aguantar las arcadas. El olor era nauseabundo. SPLAM! SPLAM! Enfocando la linterna a todas partes, comprobé que el pasillo estaba libre. Tan solo una serie de antiguas litografías de estampas marineras y las dos puertas. Una de ellas, entreabierta, me permitía adivinar un baño. Cuidadosamente, empujé la puerta,que se abrió con un audible chirrido , mientras paseaba el halo de luz por toda la pieza. Vacía.
SPLAM!SPLAM!SPLAM!SPLAM!El chirrido de la puerta del baño había hecho que el cascabeleo y los golpes al otro lado de la puerta cerrada se multiplicasen. No era algo producido mecánicamente. Fuera quien fuese, me había oido. Conteniendo la respiración me planté delante de la puerta.
Aun estaba a tiempo. aun podía dar la vuelta e irme. Fuera lo que fuese, sabía que estaba aquí y aún no había salido. O no podía o no tenía interés en verme.Y francamente, supongo que yo tampoco. Pero sin embargo TENÍA que saber que coño era aquello. Así que agarré el pomo y con un fuerte tirón abrí aquella maldita puerta.
Jesús. Buen Dios. Aun me estremezco. Aquella habitación condenada debía haber sido en algún momento el dormitorio principal de la casa. Una colcha de lino cubría una enorme cama, apenas iluminada por los relampagos que se colaban por la persiana a medio bajar. A los pies de la cama, desprendiendo un olor infernal, yacía el cadaver de una mujer , de una edad indeterminada. Enlazada en sus manos tenía una escopeta, apuntada hacia arriba. Se había metido los cañones en la boca y había apretado el gatillo. De la mitad superior de su cabeza no quedaba absolutamente nada. Debía llevar muerta por lo menos tres semanas. Enfocando la luz hacia lo que un día fue su cara pude ver unos gusanos blancos, enormes, asomando por los restos de su boca. Con una arcada me incline hacia una esquina y estuve vomitando lo que me pareció una eternidad. Mi pequeña aportación a aquel paisaje del infierno.
SPLAM! Con un hilillo de bilis colgando de la boca me incorporé como un rayo al oir aquel nuevo golpe. Enfocando mi linterna a una esquina lo vi. Joder. Era un niño, de unos tres o cuatro años. Vestía un pequeño peto vaquero y estaba descalzo. Estaba sentado en una trona, una silla infantil, fuertemente sujeto a ella por sus correas.
Era uno de ellos.
Joder. Al enfocarlo con la linterna empezó a sacudirse en su sillita, produciendo los golpes que había oido antes, al chocar con la pared. El cascabeleo era producido por los sonajeros sujetos a la parte delantera de la silla, que se agitaba violentamente mientras que con ojos vacios y muertos estiraba sus pequeños brazos hacia mi, intentando agarrarme. Era una estampa demencial.
Asqueado, me aparté a una esquina, mientras contemplaba a ese pequeño monstruo. Si no me equivocaba, la mujer que yacía a mis pies debia ser su madre. De alguna manera, su pequeño contrajo el virus y fue demasiado para ella. Cuando vio en lo que se transformaba seguramente no tuvo valor para acabar con el, pero tampoco para seguir viviendo. Atrapada en esa casa, desesperada, sola, finalmente se pegó un tiro. Aquel engendro debía llevar amarrado a esa silla semanas, atrapado para siempre, incapaz de desatarse y de caminar, como todos sus hermanos, en busca de sangre caliente y seres vivos. Joder.
El monstruo no dejaba de balancearse, inquieto, ante mi presencia. Con la poca sangre fría que me quedaba me eché el arpón a la cara y apunté el virote hacia su cabeza. Un debil gruñido salió de su boca oscura, maloliente, mientras se agitaba amenazador ante mi. Noté que lagrimas saladas corrian por mis mejillas mietras apuntaba, con temblores, el arpón hacia el crio. Cerrando los ojos, disparé. Oh, Buen Jesús. Se que hice lo que debía pero no puedo evitar pensar que era practicamente un bebé. Es la cosa mas horrible que haya hecho nunca; me perseguirá el resto de mi vida.
Recogí de un tirón el virote ensangrentado y limpiandolo en la ropa del cadaver del suelo abandoné, tambaleante, esa habitación digna de una estampa del averno. Tenía que reponerme. Había ido hasta allí con un objetivo. Ahora estaba allí. Tenía que hacerlo por mi. Por Lúculo, por poder ver el siguiente día. Limpiándome las lagrimas comencé a caminar hacia las escaleras que llevaban a la tienda.
La mejor de toda la web, sin duda.