No tenía ganas de esperar hasta diciembre y ha caído antes de tiempo. Lo cierto es que aunque me ha gustado bastante y su calidad está fuera de toda duda, que para eso está la BBC detrás aunque haya terminado en Netflix a la espera de si llega a salas o no, las críticas elogiosas de Venecia y otros festivales se me antojan un tanto excesivas para esta adaptación de un libro de Thomas Savage ( no confundir con la novela superventas de Don Winslow) que, no obstante, no carece de méritos. También tenía curiosidad por ser el retorno a primera línea de Jane Campion, a la que teníamos bastante perdida la pista como perdida ha estado ella con sus trabajos. Se la recuerda sobre todo por la notable El Piano (1993, casi más famosa por el soundtrack de Michael Nyman - y aún así muy inferior a sus trabajos con Greenaway - que por sus no pocas virtudes ), que junto con El Navegante (1988, Vincent Ward ) y Guerreros de Antaño (1994, el tremendo debut de Lee Tamahori antes de perder el rumbo con su cine y sus movidas de travesti y película dura de verdad ) dieron lugar al mini boom del cine de Nueva Zelanda antes de la llegada de Peter Jackson.
Volviendo al tema me ha gustado como muestra el ambiente tóxico y opresivo que genera la situación, en eso me recuerda de un modo lejano a títulos como Horizontes de Grandeza, el personaje protagonista que borda Cunterbach y algunas escenas muy bien resueltas, como la del piano y el banjo o el choque con el muchacho afeminado y la homosexualidad reprimida de fondo. Por otra parte es en general excesivamente contemplativa y su ritmo es muy pero que muy lento, cosa que echará para atrás a más de uno. Atención también a la excelente banda sonora, muy adecuada a ese entorno asfixiante. Eso sí, los subtítulos horrorosos, se pueden seguir pero hay muchas cosas que se traducen de un modo literal y sin sentido ( Well, Well... como Pozo, pozo, por poner un ejemplo ) y con la mitad de las expresiones inglesas ocurre lo mismo, de modo que hay que tirar de contexto para encontrar el equivalente.
Película directa como un puñetazo, elegante y oscura, tiene mucho mucho más de drama familiar y de thriller que de western crepuscular como podrían dar a entender sus bellas imágenes de grandes extensiones de Montana a pesar de estar dodada en las Antípodas ( acontece en 1925 con tantos coches como caballos ) y hasta está dividida en capítulos. Incluso resulta un poco confusa en las motivaciones reales para el enfrentamiento y la psicología de algún personaje. Aún así, sigo pensando que tiene en conjunto una extraña belleza y me ha recordado más a la directora de El Piano que a la más académica y convencional de Retrato de un Dama.