El cabo del miedo (Cape Fear).
Aunque la temática abordada no es novedosa (individuo al acecho y acosando a su víctima por el motivo que sea), el tratamiento de la misma es brillantemente desarrollado por un Martin Scorsese, quien consigue inquietar e impactar al espectador con esta obra.
La progresión es gradual y va in crescendo, apreciando como al principio las acciones de Max Cady buscan incomodar, martirizar y alterar la vida de Sam Bowden y su familia, mediante movimientos sutiles, velados y calculados que sin quebrantar la ley, imponen una constante presencia y vigilancia sobre ellos (acoso), no permitiéndoles vivir tranquilos ante una amenaza incipiente, generándoles paranoia, miedo y de paso, posicionándose como una víctima en el proceso (cómo cuando fruto de la desesperación y frustración, Sam lo golpea en el desfile del 4 de Julio y la muchedumbre apoya a Max, al percibirle como un mártir inocente, desconociendo el contexto previo). A medida que los minutos transcurren, sus movimientos buscan destruir la estabilidad interna de la familia Bowden (que entra en un conflicto severo que desencadena una vorágine de caos alimentada por la desconfianza), además de arruinar y aniquilar la reputación de Sam como abogado. Finalmente todo concluye con una escalada de la violencia de corte directo, con la que culmina la ansiada venganza de Max Cady.
Ciertamente este desarrollo no está exento de alguna que otra conveniencia, ya no sólo porque Max Cady goce de una inteligencia, perspicacia e intuición superior a la del resto de personajes de la película (véase los momentos en los que sabe que está siendo acechado y vigilado, o cuando se adelanta a los planes de Sam como la escena de la grabadora) que le hace estar siempre un paso por delante (hasta el punto de parecer que dispone de precognición), sino lograr ciertas hazañas que nunca son aclaradas y explicadas:
Pero uno las puede dejar pasar por alto aplicando la suspensión de la incredulidad, gracias a la gestación de una atmósfera brillante que te sumerge de lleno en ese suspense donde Max Cady, consigue amedrentar con sus acciones frías y calculadas hasta el espectador más veterano y recio. Y una de las mejores escenas que lo representa, es la del instituto:
Desgraciadamente al aspecto antes señalado (ciertas conveniencias forzadas), cabe sumar como punto negativo el desenlace de la cinta, mal ejecutado a mi modo de ver. Hasta ese momento el avance de los acontecimientos había sido correcto, pudiendo obviar ciertas taras, pero el despropósito del último tramo es difícilmente eludible.
Estas dos taras provocan que la cinta no consiga alcanzar un sobresaliente al que aspiraba por potencial, quedándose la nota final en un 8.
Finalmente he de destacar unas actuaciones muy logradas y conseguidas por parte de todo el elenco que consigue potenciar las virtudes ya descritas, junto con un uso de los planos muy acertado del director para enfatizar ciertas emociones (como transiciones o primeros planos en los instantes oportunos).