Religion, trolling you since the beginning of time.
Es terriblemente difícil hablar de religión sin ofender a algún creyente, y más si empiezo con esa frase (mis disculpas a los religiosos... es que me hace mucha gracia). A mí no me hace falta un evangelio perdido para saber que los textos sagrados del cristianismo son una burla. Independientemente de que alguien quiera creer en un dios o en otro (mis respetos, por supuesto, para el que crea en cualquier dios, o ser superior, o lo que sea), las religiones son negocios fabricados por los seres humanos en torno a dichas creencias. Con ellos se ha conseguido mucho poder, pero les ha llegado su hora. Ningún modelo de negocio dura para siempre. Ni siquiera uno que prometía dar a sus clientes lo que más querían: la vida eterna, la paz y la supervivencia de sus seres queridos en un mundo mejor. Qué bien suena todo. Ni diseñado a medida, vamos.
Pero ahora esos negocios están obsoletos. En su lugar están las grandes multinacionales de ropa y cacharros. Y los bancos. El capitalismo ha dejado atrás a la religión. La gente ha pasado de ser creyente a ser consumista.
Así que ya da igual que aparezca un libro, la tumba de Jesús o una triquiñuela científica para recuperar en audio uno de los sermones del profeta que sea. El Vaticano seguirá defendiéndose como gato panza arriba, agarrándose a un clavo ardiendo tras otro, para estirar su negocio lo máximo posible, pero se le ve venir el final, incluso si una nueva oleada de inculturización nos hace volver atrás (lo cual muchos gobiernos, el de España incluido, tratan de conseguir).