En realidad deberíais estarle agradecido por tener un banco que funciona, conociendo al percal de políticos que tenemos, podría haber organizado un estropicio gigantesco mientras el se embolsaba beneficio rápido y el rescate del Santander si que iba a ser el fin del país.
En fin, no es que me cayera especialmente bien ni que el negocio bancario sea el más liberal de los liberales, es seguramente el más regulado por el gobierno para que le pague las facturas, pero al menos no era gilipollas del todo, aquí el resumen de como logró que su banco que era el quinto de España pasase a ser el primero, reduciendo su estructura para dar más interés al cliente:
Emilio Botín Ríos entra en el Consejo del banco en 1960. En 1967 es nombrado director general y en 1977, consejero delegado. Don Emilio Botín López se retira de la presidencia, en 1986 tras 36 años ejerciendo dicho cargo. En ese mismo año Botín Ríos accede a la presidencia y tras dedicarse, en profundidad, a mejorar la tecnología de gestión de la entidad, dentro de las posibilidades de entonces, y así comenzaba a no invertir en elevados gastos de personal, que sí realizaban las entidades más grandes. Es en 1989 cuando lanza la “Supercuenta Santander”, cuenta corriente de altísima remuneración que tiene un enorme éxito y que, desde luego, fue, además, un torpedo en la línea de flotación de algunos de los “grandes” de entonces, los cuales basaban su negocio en la casi inexistente remuneración —un 0,5%— de las cuentas corrientes, aunque sí —y eso fue un buen asunto para la bancarización de España— desde las mismas se procedía al pago de muchas actividades de los clientes, con las famosas domiciliaciones.
Algunos de los bancos que quisieron seguir el ímpetu de la “supercuenta” sufrieron la canibalización de sus propios depósitos. Lo más sensatos, sin aplicar, las supercuentas acometieron la idea del “traje a la medida” para sus clientes para evitar ese influjo.
La cuestión es que Banco Santander consiguió muchos nuevos clientes, podía permitirse el lujo de pagar esa alta remuneración —los extra-tipos como decía un banquero de entonces— a las cuentas porque su estructura era más ligera y costaba menos mantenerla. Se rompió el status quo, aquello que siempre se trataba en las “reuniones de los grandes”, las cuales —ciertamente— sin llegar a ser un cártel si evitaba que se sacaron los pies por encima de la mesa.