Son ganas de ponerse etiquetas. Yo digo "me gusta tal o cual" y listo. No tengo por qué ponerme ningún adjetivo según mis gustos, que parece que haga falta para todo.
Seamos sinceros: la mayoría de los "otakus" son chiquillos. Adolescentes y chavalitos de corta edad. Esto funciona así:
- Me gusta mucho el cómic japonés, y al resto de mis compañeros no. Ellos se lo pierden, porque Elfen Lied y Death Note son series para adultos y no esa mierda de El Barco que ven ellos. Soy especial. Voy a aprovechar para decir cada vez que pueda, que me gusta el cómic japonés... No, así suena muy vulgar. Mejor diré que me gusta el "manga", que suena más auténtico. Pero a saber qué piensan que es el manga, además, con la palabra "manga" no digo que es japonés y ya no queda tan guay. Pues, ya sé, diré que soy "friki del manga". Pero es que los frikis son los pringaos, y así no voy a poder quedar de guay delante de ellos. ¡Ya sé! ¡Diré que soy "otaku"!.
Y entonces las conversaciones son:
- Yo es que soy "otaku".
- ¿Y eso qué es?
- Un aficionado al manga, el cómic japonés.
Y el adolescente se queda la mar de ancho por haber podido ponerse una etiqueta de "soy especial". Luego si le dan la oportunidad comenzará a soltar un rollo kilométrico sobre buenas series, géneros, grandes autores (Kishimoto el primero, por supuesto) y similares.
Al que le guste catalogarse de alguna manera especial, estupendo por él, pero a mí no. A mí simplemente me gustan cosas, y le doy tanta importancia a que a mí me guste el manga como a que al vecino le guste Manolo Escobar.