Los ultras tienen que desaparecer...
ALFREDO RELAÑO
El fútbol hace desde hace años un experimento insensato que no se hace en ningún otro ámbito de las actividades humanas: concentrar regularmente a lo más violento e irracional de la sociedad. A cada partido van bastantes miles de personas, entre las que hay de todo. Me figuro que si reuniéramos permanentemente a la minoría más culta, benéfica y generosa de entre la asistencia, ese contacto frecuente alumbraría estupendas iniciativas para la Humanidad. En lugar de eso, reunimos a los más bárbaros, seleccionados con paciencia de años. Les damos sitio fijo, facilidades económicas y protagonismo.
Y, claro, no puede pasar sino lo que pasa: un contagio de barrabasadas que cada poco tiempo provoca un sobresalto o una tragedia. La barbarie alimenta la barbarie y esa concentración de ultras que se permite y alienta en todos los campos menos en el del Barcelona (Laporta señaló el camino, y no el dedo de Mourinho) es, bien mirado, una locura. El pretexto es que animan y dan colorido, la esperanza es controlarlos con un manejo adecuado de prebendas. Pero no funciona. Funciona lo de Laporta. Por cierto, el Barça ganó seis títulos el año en que prescindió de esa ‘animación’.
No, no son necesarios para ganar ni para ambientar, y aun si lo fueran, el precio sería demasiado alto. El Manzanares vivió un partido raro, la mañana festiva se convirtió en un disgusto teñido de culpa colectiva. Cuando el Frente Atlético quiso arrancarse varias veces con sus cánticos, el resto del público le hizo callar. Un buen gesto, pero no podemos ignorar cuántas veces antes se les han consentido, y hasta reído, gritos repugnantes, como ‘Zabaleta, era de la ETA’, ‘Illa, illa, illa, Juanito hecho papilla’ o ‘El Retiro es español, no es un parque de Ecuador’. Demasiada condescendencia.
...de una vez y de todos los campos
No, no es cosa del Atlético, pero debe mirárselo, como todos los demás menos el Barça. El florentinato, tras años de interesada tolerancia, ha tenido una cierta reacción cuando el perro ha querido morder la mano que le alimentaba. Ahora hay que esperar que el Atlético, y todos los demás en cascada, tomen conciencia de que reunir al tres por ciento de bárbaros porque juntos lucen mucho con sus banderas, es un disparate. Para eso están las cárceles, no los estadios de fútbol. Los estadios de fútbol y sus alrededores son punto de encuentro de gentes pacíficas, que simplemente quieren ver fútbol.
Lo del domingo fue paradigmático en lo que se refiere a la falta de preocupación por el asunto y la consecuente falta de vigilancia. Los bárbaros de unos y otros colores llevaban tiempo hostigándose desde las redes sociales. El pleito se remonta a una pelea en A Coruña cuando el Atlético ganó la Liga y algunos de sus partidarios fueron hostigados por Riazor Blues en su festejo, porque atisbaron o imaginaron provocativo. Para ayer habían establecido cita formal, con sitio y hora, para sacudirse. Se hace difícil pensar que nadie, ni en los clubes ni en la policía, haya tenido conocimiento de ello. Han fallado los controles.
Podremos decir que no son gente del fútbol, que no lo representan, que no son socios, que son extremistas de derechas o de izquierdas y que ese es el combustible que les alimenta. Pero ‘sí’ son del fútbol porque ‘están’ en el fútbol. Están porque les dejamos entrar, ponerse donde más se les vea, guardar sus cosas en el campo y tener viajes más baratos. Así que son fútbol hasta que todos los clubes hagan lo que hizo Laporta, que es lo único sensato, además de decente, que se puede hacer en esto: cerrarles la puerta. Tienen que desaparecer de una vez y de todos los campos. Y nos irá mejor a todos.
Que empiece por su redaccion.