Debo haberme quedado dormido demasiado tiempo.
Antes de acostarme, recuerdo que atreverse a decir que te sentías español o llevar una bandera de tu país de cualquier forma era motivo de repulsa, odio, malas miradas. Era sinónimo de ser facha, antidemócrata, ultraderechista...
Sin embargo, hoy, al despertar, me he encontrado con que todo el mundo llevaba la cara pintada de rojo y amarillo, la gente se aventuraba a decorar sus balcones con banderas rojigualdas, y llevar la camiseta de España era motivo de orgullo hasta para el más izquierdista de todos, que de ser otro momento, y haber tenido mejor memoria, no se hubiera puesto esa camiseta si la última franja de la bandera no hubiese tenido otro color un tanto menos histórico.
Supongo que el sentimiento nacional depende de los goles que meta la selección de fútbol.
Lo mismo, después del mundial, todos estarán quemando las absurdas banderas que compraron hace tres días sabiendo que jugaba la selección, y que despues de haber ganado o perdido su equipo ya no les representan en absoluto.