Otro juego que invierte millones para irse al desguace.
Lo triste es que todo es una estrategia de marketing: hablamos de esto que queremos introducir, de esto que no es lo que hasta ahora era común, para causar revuelo y bombo, que se hable de nosotros. Lo más triste es que no entiende la básica de marketing gestionar la reputación y de que una reputación negativa es peor que no tener ninguna.
Luego se pegan el batacazo, y para justificar sus presupuestos, apuntan al sitio equivocado: son los consumidores, los malos, que no nos compran porque son todos unos antiguos, retrógradas, y seguro que votan a nosequé partido. No tiene nada que ver que el juego fuese un refrito, que la jugabilidad fuese tosca, o que la historia fuese así así de floja: nuestro batacazo fue porque los compradores que no compraron son malas personas.
Y el ciclo vuelve a empezar: de algún modo logran llorarle al Super Inversor y que vuelvan a creerles de que el siguiente producto, igual de contaminado por ideas que hemos visto generan mala reputación, va a funcionar esta vez.