Actualmente se puede rastrear toda la actividad de una persona en internet, si se considera necesario, con orden judicial o sin ella, porque la policía no necesita autorización judicial para buscar redes sociales o páginas web, foros de internet, que están accesibles a todo el mundo.
También pueden rastrear como es lógico los movimientos bancarios, las tarjetas, y los móviles.
Pero un nivel más profundo que puede darse aquí no es un rastreo por razones de investigaciones criminales, sino por razones ideológicas, para buscar algo sucio, algo criticable, en la vida de una persona. Por ejemplo, supongamos que hay un señor que es diputado de un partido político, y que es muy aficionado a cierto tipo de libros, y que compra dichos libros usando su tarjeta.
El servicio secreto, las autoridades, y quien tenga poder, podrá saber exactamente qué libros compra, con qué periodicidad, y hasta las páginas que lee y cuándo las lee, si es un libro electrónico.
No me quiero imaginar la importancia que esos detalles podrían tener si se pretende destruir la imagen de una persona. Hace años vi un documental sobre Hitler en el que se comentaba que durante su adolescencia fue usuario de una determinada biblioteca. La gente del documental rastreó los libros que cogió Hitler en préstamo y fueron capaces hasta de encontrar subrayados y anotaciones suyas. Todo eso naturalmente, analizado por psiquiatras y psicólogos, se puede usar para trazar perfiles de personalidad.
Otro ejemplo: en una investigación penal sobre pederastia, al sospechoso le intervinieron su ordenador y encontraron un archivo TXT en el que había anotado un artículo del Código Penal. Eso lo usaron para acusarle con más saña, alegando que se había estudiado el código penal para cometer sus delitos con más impunidad. Y eso que sólo era un artículo anotado. Supongamos que hubiesen podido acceder a todos los libros comprados por ese sujeto en toda su vida. La información permitiría reconstruir con retrospectiva toda su personalidad.
Una persona cualquiera no es Hitler ni un delincuente, eso está claro, pero la inteligencia artificial podrá tener órdenes de detectar ciertos patrones de conducta o de compra o simplemente todo aquello que le parezca "raro". Por ejemplo, avísame si alguien compra esta secuencia de libros. Ah, presunto pederasta detectado. Ah, presunto pervertido detectado. Ah, presunto aficionado al crimen detectado. Ah, sujeto raro detectado.
Casualmente, los libros que usted compra coinciden con los gustos literarios de fulano de tal, asesino en serie. Por favor denos una explicación.
O todo lo contrario: supongamos que no compras nunca un libro. La inteligencia artificial podría pensar que eso es raro (se aparta de la normalidad) y apuntar tu nombre en una lista para que te investiguen a ver en qué tipo de cosas gastas tu dinero. Posiblemente estés comprando libros "fuera del sistema" (es decir sin pagar con dinero electrónico) de modo que podrías ser sospechoso de algo simplemente por un "no hacer".
Si nosotros dejamos un rastro documental de todo lo que compramos, los LIBROS, son un rastro de primera que van a querer analizar, seguir y estudiar para perfilarnos, analizarnos, e incluso sospechar.
También se producirá la contradicción -que ya se produce hoy- de que alguien escribe un libro criticando el sistema capitalista y el pago por medios electrónicos.... pero lo comercializa a través de ese criticado sistema y por medios electrónicos. ¡Toma castaña!
Con gran lucidez lo apuntaba Napoleón cuando decía que lo primero que había que controlar era la prensa, si uno quería gobernar con mano de hierro. En la época de Napoleón se publicaron "oficiosamente" muchos libros donde le insultaban y descalificaban. Esos libros probablemente le habrían podido costar la cárcel a sus autores si se hubiesen llegado a identificar. Ahora imaginad que Napoleón o la Iglesia en su día hubiesen podido tener instantáneamente la lista de personas que compraban los libros prohibidos (el famoso "Índice de libros prohibidos").
Con dinero electrónico, el padre Feijoo no habría podido leer a los ilustrados franceses (prohibidos o mal considerados en España, y que se leían a escondidas) y el Poder lo tiene muy fácil para vetar libros o publicaciones que no le agraden.