En breve resolución. Aguardad.
EDIT:Saito pensó que ya era hora de darles el golpe final, independientemente de lo que había pensado el día anterior y que en parte sentía algo de lástima, su trabajo era su trabajo, aunque ya no tenía patrón que le pagara. De todas formas Saito era un hombre de honor y no dejaba las cosas a medio hacer. Se presentó en la residencia Oni donde se habían hospedado después de los desastres ocasionados la compañía de Kenshin. Kaoru y Megumi preparaban la cena mientras Yahiko hacía la guardia y el resto de miembros hacian limpieza de la sala, para poder adecentar unos futones en el suelo.
Saito lanzó una cortina de humo en forma de bomba para distraerlos a todos, en realidad, ninguno de ellos no era rival para Saito, pero un pequeño traspié, hizo que delante de sus narices encontrara el espíritu de Kenshin, con los brazos abiertos, en pos de proteger a sus camaradas. Tomoe, yacía detrás de Saito, impidiéndole la salida.
Yahiko y Kaoru, alumno y mentora juntamente atravesaron a Saito con unos bokken increíblemente afilados, pero... ¡Si eran de madera! ¿Cómo podía ser? Sanosuke, o más bien dicho, su espíritu ayudado de Anju que estaba a su lado, dotó a las espadas de un poder especial que pulverizaba todo aquello que tocaba.
Saito estalló al instante en mil pedazos, tan pequeños como partículas de polvo. No quedó rastro de él.
Nadie entendió lo que había ocurrido en aquella estancia, en aquellos instantes, sólo que se había acabado la venganza, que Shishio supuestamente no iba a volver y que por fin podrían descansar, aunque la mitad de ellos ya no estuvieran vivos. Decidieron que al volver a Edo (o Tokyo como ahora se llamaba), constuirian un pequeño altar para todos sus amigos, para que su espíritu protector los guiara siempre. No más Shishio y no más fantasmas del pasado, ahora era momento de mirar al futuro.