RESOLUCIÓN NOCTURNA
Ambas facciones se dieron una tregua la noche anterior después de que murieran en lucha tan sangrienta Seijuro y Shishio, además de uno de sus habituales compañeros. Ahora estaban alojados en un escondite que Aoshi y Misao habían preparado a última hora para la ocasión. Decidieron que esa noche ellos mismos irian a hacer guardia mientras el resto descansaba como era debido, tenían mucho que pensar después de presenciar aquel espectáculo de titanes.
Uno de los aldeanos los siguió, pero se paró en medio del pasillo cerca de la entrada al ver que estaban teniendo una conversación privada:
- Aún no puedo creermelo Aoshi-san. -dijo Misao apenada
("san" es un sufijo que en japonés significa señor, y se utiliza para mostrar respeto a los desconocidos, a los que son superiores a ti en rango y a las personas que aprecias y les tienes devoción, no confundir con dioses.) - A todos los guerreros nos llega la hora. -dijo Aoshi, tan seco como siempre.
Misao le miró las manos a Aoshi. Las tenía envenadas, las quemaduras de la noche anterior fueron muy graves. Misao, se sintió responsable de ello y le cogió con delicadeza ambas manos:
- No se preocupe Aoshi-san, yo le protegeré si ocurre algo.
- ... -simplemente se limitó a sonreír.
Ambos reaccionaron al unísono al oír una pisada fuera de lugar. Alguien los había descubierto. Espalda contra espalda, se pusieron a punto para la batalla. Saito y Anju salieron de su escondite viendo que los habían detectado. No hubieron palabras, sobraban todas ellas, hubo cruces de miradas letales, envenenadas, llenas de odio. La venganza no se había terminado. El aldeano que estaba escondido en el pasillo, estaba observándolo todo y poco a poco fue acercándose a la escena, intentando no atraer la atención de los combatientes. En cuanto empezó la batalla, la misma compañía entera se percató y fue a socorrerlos. Pero estaban los cuatro enfrascados en una batalla árdua, por el honor.
Sanosuke hizo ademán de echarse encima de Anju, pero hasta el mismo Yahiko se lo impidió, ellos habían escogido luchar. Sólo en caso de extrema necesidad irrumpirian. Hubo un momento en que Saito y Anju se replegaban, mientras Saito adoptaba el Gatotsu, Anju hizo una combinación física de manos y aporreó el suelo provocando un enorme estruendo y una brecha bajo los pies. Misao y Aoshi, cegados por el humo, no advirtieron el proyectil que venía hacia ellos de pleno, con lo que el aldeano se interpuso y captó de lleno el impacto, calcinándose des de la cadera pasando por el tórax hasta el mismo cuello. Cayó en el suelo, ya inerte.
Aoshi se dio cuenta y asistió al compañero aunque ya era demasiado tarde para él. Misao lloraba de rabia: uno detrás de otro estaba cayendo, sin remedio. ¿Cuándo iba a terminarse esta tortura?
Un silbido fue directo a Aoshi, el simple grito de Sanosuke bastó para que Misao se interpusiera entre la espada de Saito y la espalda de Aoshi. Saito, anonadado de la velocidad de la chica vaciló un momento, pero enseguida reaccionó y se retiró unos pasos, sacando la espada del vientre de Misao, sangrando. La joven, cayó de rodillas, presionándose la herida y tosiendo dolorosamente. Megumi fue a socorrerla, pero la hemorragia era demasiado grande. Aoshi, estupefacto la cogió en brazos, observándole la cara de esfuerzo que hacía por no mostrarle el dolor:
- A-aoshi-san...
- No hables. Tienes que descansar.
- ¡Aoshi! -gritó Megumi.
Un Gatotsu mucho más poderoso que el anterior lo atacó por la espalda, infringiéndole una herida parecida a la de Misao:
- Eres un bastardo, atacando por la espalda.
- Es mi faena. -dijo Saito.
La compañía de Kenshin, ya habían rodeado a los dos asesinos. La pareja agonizaba y por honor se levantaron, en pos de lucha y fueron literalmente, a muerte.
Anju disparó un aporreo de puños contra el suelo y ambos volaron por los aires ya cadáveres. Los últimos pensamientos de Misao fueron "Por lo menos, me voy junto a él."