RESOLUCIÓN NOCTURA 2
Saito y Anju no daban tregua a la compañía de Kenshin, aún no se habían despedido de sus amigos y ya volvían a acechar. Yahiko tenía miedo, por muy héroe que se creyera tan sólo era un niño, y no paraba de repetirse en la mente cuando llegaría su momento. Sanosuke, sintiéndose responsable de la compañía se adelantó un paso, encarándose a ellos:
- Me cargaré a los dos, no dejaré que os toquen un pelo. -dijo seriamente.
- Sanosuke, déjame que te ayude. -dijo Kaoru, preocupada.
- No, tu eres la maestra de Yahiko, si mueres ¿Quién le va a enseñar que en esta nueva era, la espada es para proteger a la gente y no para asesinarla? -dijo solemnemente.
- Pero Sano...
- Si no volvemos a hablar, quiero que sepas, que has sido como una hermana para mí, como lo fue Kenshin. Y al enano este, que ha sido un divertimento muy agradable.
- Eres un desagradable incluso cuando parece que te despides! Estúpido! -dijo Yahiko medio llorando.
- Eres un crío. -rió Sanosuke sonriendo, resignado.
Chocó los puños, Anju pudo entrever en sus ojos que tenía la intención de luchar hasta que el corazón le dejara de latir. Le hizo una seña a Saito, esa pelea sería suya. Sus creencias y sus héroes no eran los mismos y aunque una vez se perdonaron la vida, todo lo que había ocurrido en pocos días no era fácil de dejarlo pasar. No podían escapar a sus destinos. En pocos segundos cruzaron por primera vez en mucho tiempo sus puños, sus energías, y recordaron el tiempo que estuvieron entrenando y compartiendo filosofia. El espectáculo era soberbio, digno de admirar, eran maniobras brutas, con fuerza, pero a la vez gráciles y con mucho estilo, habían llegado a la perfección de la lucha para morir luchando.
Sanosuke tenía en mente la cara sonriente de Kenshin, cuando a él no le importo que fuera un rastero que se pasaba el día borracho y buscando peleas, lo tenía en alta estima y lo consideró su amigo desde un primer momento. Lo echaba tanto de menos ya, que descuido el derechazo que Anju le propinó en el cráneo, provocándole perder el mundo de vista por unos instantes. Saito no bajó la guardia y volvió a ejecutar su Gatotsu letal contra el musculado tronco de Sanosuke. Incluso a Saito le costó hundir la hoja de su espada en Sanosuke, pero lo consiguió. Anju por su parte sintió como la furia se apoderaba de él y sintió deseos de retorcer el pescuezo de aquel ex-shinsengumi. Saito le miró, retirando la espada, y encogió los hombros, dando a entender que la cosa estaba durando mucho. Kaoru saltó de repente e hizo venir a Megumi, que le aplicara ungüentos para poder salvarle la vida. Todo esfuerzo fue poco. Kaoru, dispuesta a dar su vida para proteger a sus amigos como anteriormente habían hecho todos sus amigos, empezó a temblar de puro terror. No soportaba la mirada letal de Saito, ni en aquel momento ni años atrás, cuando fue a visitar a Kenshin a su dojo.
Saito, consciente de ello, sonrió, cínicamente:
- Es mi trabajo, no tengo nada personal con vosotros. A mi, Kenshin me caía bien. En su tiempo, fue un mito.
Seguido de esto, ambos desaparecieron.
Sanosuke, moribundo, acarició el cabello de Megumi, la mujer de la cual secretamente estaba enamorado. Le dedicó una tierna sonrisa y poco a poco, dejó que la oscuridad invadiera su mente.