El texto desglosa una serie de requisitos técnicos (13 en total) que deberán cumplir las redes y dispositivos compatibles con el estándar, abarcando desde las velocidades de uso a aspectos mucho más complejos (casi esotéricos) para la mayoría de los consumidores. Lo más destacable es que la especificación exige una capacidad de descarga mínima de 20 Gbps por cada estación base y una subida de 10 Gbps (que serán compartidos por los usuarios de cada base).
Según señala ArsTechnica, a efectos reales esto se debería traducir en una velocidad de descarga mínima por usuario de 100 Mbps y una subida de 50 Mbps en entornos urbanos densos. El cambio entre redes debería producirse sin desconexión apreciable para el usuario, con una latencia de 1 ms para comunicaciones ultrafiables (URLLC o Ultra-Reniable Low Latency Communications). La latencia máxima se ha fijado en 4 ms, lo que supone una importante ventaja desde los 20 ms de las redes LTE.
Otro detalle interesante es el hecho de que las infraestructuras 5G deberán soportar un mínimo de un millón de dispositivos conectados por kilómetro cuadrado. Si bien esta cifra puede parecer exagerada, la idea es que las redes 5G puedan ser utilizadas por la constelación de dispositivos que forman (y formarán) el denominado Internet de las cosas, incluyendo vehículos autónomos, drones y un incontable número de aparatos que podrán conectarse a una velocidad máxima de 500 km/h.
Aunque por ahora se trata de un borrador, se espera que la UIT apruebe el documento en el mes de noviembre y siga trabajando en su definición del estándar durante los próximos años. Este Mobile World Congress varios fabricantes presentarán módems 5G con carácter provisional, aunque el despliegue de esta tecnología con carácter general posiblemente no tendrá lugar hasta el año 2020. En este sentido, tanto la Unión Europea como España (PDF) ya están trabajando para no quedarse rezagados como sucedió con la introducción del 4G.