Según ha podido saber The Information, Fitbit, que ha podido evitar el estancamiento de los wearables gracias a un enfoque especialmente centrado en los deportistas, estaría dispuesta a pagar "una pequeña cantidad" por Pebble, que tras su compra dejaría de existir como tal. La producción de relojes con pantalla e-paper sería finalizada y sus activos (incluyendo software y patentes) transferidos a su nuevo propietario.
Fuentes consultadas por TechCrunch sitúan el valor de la adquisición en entre 34 y 40 millones de dólares; una cantidad ínfima en comparación con la valoración de Pebble hace apenas dos años. Tanto es así que la compra apenas serviría para cubrir las deudas de Pebble.
Sería un trago difícil de tragar por los accionistas, puesto que según el sitio web estadounidense la compañía recibió una oferta de 740 millones de dólares rubricada por el fabricante de relojes Citizen, y este mismo año Intel puso sobre la mesa un cheque de 70 millones de dólares para hacerse con Pebble. Ambas ofertas fueron rechazadas por su consejero delegado.
La situación de Pebble refleja la dificultad del mercado de los relojes inteligentes, un segmento que hace apenas dos años se presumía revolucionario pero que con el tiempo ha demostrado tener una importancia muy inferior a las boyantes (si no infladas) expectativas iniciales.