Black MassEl año pasado Steve Carrell sorprendió a todos con Foxcatcher, película que le valió su única nominación a los Oscars hasta la fecha. Ahí cambió de registro totalmente, tanto a nivel de actuación como en apariencia física. Dejó la comedia a un lado y se pasó a un drama psicológico; y casi no se le reconoció debido a la transformación que vivió su cara para dar vida a John du Pont.
Johnny Depp se había encasillado en el cine. Parecía que la figura de Jack Sparrow le había comido completamente. Hace ya mucho tiempo que no se recuerda una actuación suya que diera que hablar por su calidad en vez de por lo gracioso que resultara. Uno empieza a sospechar seriamente que hace falta que a un actor le pongan sobre la mesa un guión sobre un biopic, y kilos de maquillaje encima, para que realice una actuación que no pase desapercibida a la Academia. Sonaría raro que en febrero no nos encontráramos a Jhonny entre los nominados a los Oscars.
La película cuenta la historia de James “Whitey” Bulger a través de los testimonios de sus colaboradores a lo largo de los años que estuvo controlando la ciudad de Boston prácticamente a su antojo. Por lo tanto, toda la historia en sí es un flashback y los interrogatorios a los que son sometidos estos mafiosos sirven para dar paso a un capítulo nuevo en la vida criminal de “Whitey”.
Es imposible no compararla con otras películas de esta temática que han dirigido, entre otros, directores como Martin Scorsese. De hecho, “Infiltrados” está basada en esta historia real que ocurrió en el Boston de los años 70.
En este tipo de género se ha establecido ya un canon a seguir a la hora de tratar la vida de un mafioso. De este modo, Black Mass abarca desde el ascenso de Bulger hasta su caída. Durante ese periodo se nos va contando cómo consiguió un criminal prosperar sin que le detuvieran. Y aquí es donde entra en juego el FBI, y más especialmente la figura de John Connolly (Joel Edgerton), que fue quien le ayudó para que sus problemas con la ley quedaran en nada. Ellos son los auténticos protagonistas a partes iguales, puesto que la historia de Bulger no tendría sentido si no se contara también la de Connolly. Tal vez se eche en falta más participación en el resto del elenco, ya que alguno llega a ser casi testimonial. Dakota Johnson, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon o Julianne Nicholson podrían haber dado un poco más de juego. Sus papeles son en la teoría muy importantes para el devenir de los protagonistas, pero todos se resuelven con apenas unos minutos en pantalla.
La película quiere abarcar prácticamente todo lo que ocurrió sin que falte nada, tanto en la densidad del asunto como en los años en que trascurre, y el problema viene a que al final solo obtenemos pinceladas de cada cosa. No queda muy claro, por ejemplo, cuáles eran las actividades ilegales a las que se dedicaba Bulger. Sí, las nombran pero no nos las muestran apenas. Su vida privada y su convivencia con su novia y su hijo no llegan a encajar debido a la escasez de minutos que Scott Cooper decide dedicar a esta parte. Tampoco se le da demasiado protagonismo a la relación que tenía con su hermano, uno de los políticos más influyente del estado de Massachusetts.
Pero obviando esto, Black Mass tiene más virtudes que defectos. El guion está construido de la mejor forma posible y contiene escenas tan escalofriantes como violentas. La atención no recae en ningún momento ante la tensión que se vive durante las dos horas. La ambientación de los años 70 es insuperable, con una fotografía cálida, y la BSO es para enmarcar.
No es ni mucho menos una película redonda, probablemente pueda decepcionar a todo aquel que la hubiera estado esperando con muchas ganas, pero es una obra muy digna si se la compara con otras del mismo estilo, ya que dentro de este subgénero -el de las mafias- hay absolutas obras maestras.
7/10