007; Sin tiempo para morirLa saga cinematográfica de James Bond tiene 60 años, 25 películas y lo han interpretado oficialmente seis actores distintos. Pero con el único que han tenido la intención de crear un universo propio, con su particular presentación, nudo y desenlace, con evolución dramática a lo largo de las entregas, es con Craig. Hace 15 años se decidieron por hacer un reboot, lo que entonces todavía no estaba tan de moda como ahora, nos contaron la vida profesional y personal de este hombre desde sus inicios y ahora con esta entrega nos dan el cierre total. No es una trilogía porque son cinco películas, pero la sensación es la misma; la era Craig no ha sido un nuevo cúmulo de entregas a sumar a las ya existentes, es una obra independiente en sí misma, la saga dentro de la saga.
El problema es que, tras un debut sensacional con Casino Royale, candidata a mejor película de Bond de todos los tiempos, la pretenciosa apuesta bajó mucho el listón. Las películas de Craig poco tienen que ver con las de otros Bond. Tienen mucha más carga dramática, más desarrollo del personaje y con ello llegaron los Bond de casi tres horas de duración. Sin embargo, en una perspectiva resultadista, la verdad es que solo Casino Royale mejoró el habitual nivel mediocre de los films bondianos. Sí, han sido distintas, quizá meritorias según se mire, pero no mejores. Se podría decir que los artífices de este nuevo Bond firmaron cheques que su talento no pudo pagar. En cualquier caso, siempre nos quedará Casino Royale.
En lo que concierne a Sin tiempo para morir, tiene todos los vicios y virtudes del Bond de Craig elevados al cubo. Es una película muy descompensada, algo que se nota ya desde el principio donde la escena de entrada dura ya un tercio de lo que solían durar películas completas de Connery o Moore. Lo que no quita que sea un gran comienzo. De hecho, para mi es al final de esa entrada cuando la peli ya empieza a decaer. Y todavía quedan más de dos horas. El segundo capítulo (por llamarlo así) sigue estando bien, sobre todo porque agradecemos la presencia de una Ana de Armas que por desgracia se queda ahí. Otra que nos presentan pero que no se queda ahí es la nueva 007. Pero, a diferencia que con Ana de Armas, no agradeceremos su presencia nunca. Más bien lo contrario, Lashana Lynch es a 007 lo que Poochie era a Rasca y Pica, un personaje mal metido con calzador que no le cae en gracia a nadie. Un error tanto de guion como de casting. Y lo peor es que parece que la intención primigenia era introducirla como la sucesora para próximas entregas (claro, antes de comprobar que a nadie le ha gustado). ¿Si funciona así de mal como personaje secundario, os imagináis una película de 007 basada en ella? Sería algo así como si hiciesen un spinoff de Jar Jar Bings...
Tras ese segundo capítulo empieza lo que para mi ya es el bajón evidente de la película y del que ya nunca se recuperará. La clave es que es a partir de ahí cuando empiezas a darte cuenta de que, aunque haya mucha pretensión en esta entrega, la realidad es que es como un regalo envuelto en una caja enorme pero vacío por dentro. Nos van metiendo momentos emotivos con secundarios a los que realmente nunca se les ha tratado con tanto apego como aquí y no es el único truco barato en busca de la emotividad del espectador, aún habrá tiempo para giritos propios de una telenovela venezolana de sobremesa, todo en un tono bastante alejado de lo que ha sido nunca James Bond. Aunque Craig siempre se ha desmarcado en ese sentido, lo que no sabíamos es que iba a pasar de un extremo a otro, del "James Bond bicharraco" al "James Bond, crónica en rosa".
Y, mientras nos hablan de todo eso, de lo que no disfrutamos en ningún momento es de una película de espías. Que a estas alturas puede que se nos haya olvidado, pero en teoría James Bond debería ser un thriller. Pero la trama de intriga aquí importa cero patatero. Se nota que esa parte no se ha trabajado lo más mínimo, que está introducida con desgana o, mejor dicho, la mayor parte del tiempo brilla por su ausencia. Mención aparte para el villano de Rami Malek, que dicho sea de paso empiezo a pensar que no es tan buen actor como pensamos. Insípido, sin carisma, sin un solo diálogo bueno... Pero lo peor es que da la sensación que en el fondo se la sudaba ese personaje que no está ni bien desarrollado. Casi funciona mejor como villano el Blofeld de Cristoph Waltz a pesar de ser un breve cameo que tampoco va a ninguna parte. Y es que lo de la descompensación antes comentada afecta a todo, porque este Bond dirigido por Cary Joji Fukunaga es probablemente el mejor a nivel visual, ningún otro fue rodado con tanta maestría, pero al mismo tiempo tiene uno de los guiones más flojos.
En esas alcanzamos por fin el desenlace, del film y de la minisaga de Craig. Al menos es un final cerrado y consecuente. Pese a su afán lacrimógeno, no me ha disgustado. Estoy de acuerdo en que, llegados a este punto, esta era la forma más coherente de acabar. Y con ese final se nos hace entender que lo más lógico en este momento es dejar en barbecho la franquicia. Es una pena porque ahí fuera hay un Bond ideal en Henry Cavill, pero me temo que la cosa no está para reinicios a corto plazo ni para nuevas entregas procedimentales como las de antaño. Obviamente, volverá, porque esto es un negocio. Pero creo que en la propia franquicia empiezan a comprender que Bond es un personaje caduco, que el mundo de hoy ya no es su mundo y que si quiere sobrevivir en él no podrá ser Bond tal y como lo conocemos. Así que puede que estemos ante la despedida de algo más que un actor o una etapa. Quizá Bond ya nunca vuelva a tener el sabor original de Bond, lo que hace resonar en mi cabeza la voz de Connery en una de las mejores frases del agente 007: "Las chinas tenéis un sabor distinto, como el pato de Pekín tiene un sabor distinto al caviar ruso, pero las dos cosas me encantan".
Nota: 4