Madre mía... Le he dado otra oportunidad a Ruben Östlund tras The Square ( Palma de Oro en Cannes 2017 ) con
El Triángulo de la Tristeza ( de nuevo vencedor de la Palma de Oro en Cannes 2022, no es broma ) y el tipo no aprende. En ambos casos desperdicia un planteamiento que podría haber dado mucho de sí por pura incompetencia, y aquí más que sátira y humor lo que hay es auténtica incomodidad.
Si en The Square arremetía contra el mundo del arte moderno y las "performances" con aquella conocida escena del hombre simio en la cena de gala, aquí se lanza a la yugular del capitalismo salvaje encarnado en el mundo de los ultramillonarios sin escrúpulos, unos seres tan estúpidos como el resto de la humanidad tras su fachada dorada, apuntando de paso a la lucha de clases, el patriarcado, el empoderamiento femenino y cualquier otro aspecto de las relaciones humanas en este desastre de mundo que tenemos ante nuestros ojos. El problema es que, como digo, su torpeza no sabe sacar partido y el conjunto naufraga ( nunca mejor dicho ).
El film, de dos horas y media, se divide en tres partes diferenciadas: un prologo llamado La Cena, donde la repelente pareja protagonista, una influencer y un modelo masculino, paradigmas de la superficialidad, discuten por el pago de la misma, una segunda llamada El Yate, un crucero de superlujo al que han sido invitados y donde comparten vacaciones con una élite económica de sujetos variopintos tan impresentables como ellos mismos y aún más, capaz de hacerse traer frascos de Nutella en helicóptero por capricho, y una tercera y última llamada La Isla, cuando un suceso inesperado cambia por completo los roles.
El director tira sin reparos de brocha gorda a lo largo de todo el metraje para construir su estrafalario relato. No hay lugar para sutilezas ni segundas lecturas. En el primer acto, el más comedido, se burla de las redes sociales y la fauna que las puebla. En el segundo, a ratos divertido, gracias sobre todo a la presencia de un desatado Woody Harrelson, se le va la cabeza del todo y se muestra inmisericorde con unos personajes a cada cual más odioso, con medalla de oro para los rusos con Dimitri a la cabeza y mención de honor para los ancianos británicos propietarios de una industria de armamento. Aquí se muestra una clase dirigente consentida hasta el extremo ( los clientes ), una subclase ( la tripulación al servicio de sus extravagantes exigencias por ridículas que sean ) y una clase inferior oculta de la vista ( el equipo de limpieza compuesto por asiáticas ). En este segmento están las escenas de mal gusto tan polémicas que provocaron la huida de muchos espectadores durante el pase en Cannes. ¿ Recordáis a Don Cresote en la genial The Meaning of Life ?. Pues por ahí va la cosa, no diré más...
En el tercero y final, con la Sonnerie de Sainte-Geneviève de Marais sonando insistentemente de fondo, que no revelaré pero al que uno llega ya agotado, llega la deconstrucción social.
No es que no tenga también algún que otro mérito, pocos, pero el gran problema es que donde debería haber inteligencia y sarcasmo solo hay provocación y afán de humillación. Pretende hacer reflexionar pero lo consigue solo a medias. El resto es solo frivolidad.