La incompetencia se paga en las urnas y la negligencia en los tribunales. Aunque en realidad, no. En el mundo actual se pone al frente de los bomberos al pirómano que causa el incendio, y ante la justicia, suponiendo que se encuentre un juzgado honesto, es muy complicado demostrar que las decisiones que se toman en unos momentos de caos tienen impacto directo en las consecuencias. Hablo por ejemplo de los retrasos en las alertas en móviles, retrasadas deliberadamente tal vez pensando en la que se montó en algunos sectores de la capital por parte de ciertos elementos a los que ya conocemos durante el 3 de septiembre de 2023, cuando se estrenó el sistema de avisos con una previsión de lluvias importantes que, finalmente, no se materializó. Si se avisa y no pasa nada, porque se avisa y hay fin de semana largo, y si no se avisa y pasa algo, porque no se avisa. Tampoco está claro que la ciudadanía esté preparada para interpretar correctamente lo que hay que hacer; no es algo para lo que se la haya instruido, como en Japón, por poner un ejemplo de disciplina en un país habituado a los desastres naturales.
Sea como fuere y reflexiones al margen, ha pasado lo que ha pasado y es hora de pensar en el futuro. Y lo digo porque empiezo a tener la sensación de que la tragedia puede llevarse al país por delante, no socialmente, porque la división y el caos ya estaba instalado, sino económicamente. Con infraestructuras devastadas, vidas arruinadas y sin sustento, viviendas derribadas o por demoler, más de 100.000 vehículos para desguace, empresas paralizadas, créditos bancarios comprometidos por valor de más de 20.000.000.000 millones de euros, reordenación territorial con nuevas canalizaciones que no quisieron acometerse en su momento por su elevado coste que, irónicamente, ahora sería considerado calderilla, etc etc.. hay alguna que otra voz que empieza a decir que el coste de recuperar la normalidad a lo largo de años podría exceder en mucho el P.I.B. anual del país.
La economía va más o menos bien, al menos para las grandes finanzas y las empresas, pero me pregunto si un país modesto como el nuestro puede afrontar algo así, y, sinceramente, tengo dudas. Y aún así entiendo que habrá que hacer lo que haya que hacer y endeudarse todavía más, se pueda o no.
Al menos parece que las cifras de fallecidos se contienen y no se van a disparar. No es poco.