-Aprovechando que hoy no hace calor, he vuelto a mi amado netbook y puedo escribir con mucha más comodidad que desde la tablet. Y es que cualquiera se pone con el netbook en el regazo en los días avernales.
-Tormentaaaaas. Me gustan, porque no tengo que salir de casa, mhuahaha.
-Me encanta mi merluzo. Adoro su inteligencia, su independencia, su melena y los mimos y las conversaciones absurdas antes de dormir.
-He retomado el estudio. Me siento importante. Me siento ligeramente almendrada y con aspiraciones de marsopa común.
-Oh, entra brisa por la ventana. Pero qué es esto. Maravillas de la naturaleza.
-Ya empiezo a tener una edad respetable. Pienso exigir privilegios.
-Los niños adoran a mi merluzo. A mí me ignoran, cosa que agradezco sobremanera. Cuando tenga uno (si lo hago) lo contemplaré de reojo y solo me acercaré cuando haya comprobado que no es peligroso. Estoy segura de que mi madre hizo lo mismo conmigo, he heredado su instinto.
-Me encanta conocer gente nueva. Un lado de mi persona es tremendamente sociable y cada año acaba entablando amistad con seres aleatorios nuevos. El otro lado es asocial y lanza lava por los ojos.
-Le he planteado a mi merluzo si me prefiere a mí o a un pistacho espacial con casaca. Me ha elegido a mí, mhuahahaha. Es el tipo de cuestiones a las que se enfrenta cada mañana cuando desayunamos a horas intempestivas. Ni siquiera ha dudado cuando la otra opción era un patito pequeño dormido. Eso es que me quiere, yo habría tenido que pensarlo. Hay patitos muy adorables. Y yo fastidio más que un patito, os lo puedo asegurar.
-Mi móvil ya tiene una década. Hemos pasado muchas cosas juntos. La revolución del escalope cojo, por ejemplo. Y como no tengo interés alguno en tener un smartphone porque si salgo de casa es para pasar de internet, espero que siga a mi lado mucho tiempo. Cuando me deje, prepararé un funeral. Con pirañas. Dan estilo a cualquier evento.
-El mes que viene vuelvo a casa a ver a la familia, la primera vez desde que dormimos a mi perrillo. Qué pena me va a dar notar su ausencia. Peeero, así es la vida. Como un lenguado. De algún modo.
-Cada vez que consigo distinguir y recordar a los personajes de la segunda parte de Tokyo Ghoul (el manga) se cargan a unos cuantos, aparecen otros nuevos y me toca volver a intentar distinguir a unos de otros. Es terrible. Que unas veces se refieran a un mismo personaje por el nombre, otras por el apellido e incluso con motes, no ayuda en nada. Al menos sé distinguir al prota, ueeee.
-En la vida real me pasa algo parecido. Con los nombres y con las caras. Pueden presentarme a alguien, cruzarme con él al día siguiente y no reconocerlo. Aún recuerdo al pobre francés que me saludó animadamente y mi cara de "este tío por qué me saluda de esa manera". Mi melón me tuvo que explicar que era el chico con el que yo había estado hablando la tarde anterior. Pero estaba cansada, llevaba varios días pateando tierras extrañas. Tengo excusa. Y si no la tengo...pues me da igual.
-Estoy intentando hacer un puzzle con el melenudo que tengo por novio. Él es mucho más hábil que yo. Seguro que se debe a que es más joven. Sí, vale, ya tiene experiencia con esas cosas y es más paciente que yo, pero mi teoría es muy válida.
-Tengo pulgares oponibles. Eso no lo puede decir un armadillo. Bueno, los armadillos no suelen decir nada, pero qué importa eso.
-Este verano aún no he encendido el ventilador. Es un nuevo superpoder. Me estoy endureciendo.
-¿Por qué nadie me da millones de euros? Es una de las dudas existenciales que me asaltan las madrugadas de los domingos.
-Me encantaría viajar a un montón de sitios. Afortunadamente, también me encanta quedarme vegetando en la cama, así que al menos puedo cumplir una de mis aspiraciones vitales.
-El canibalismo está aceptado en tres de cada cinco hogares madrileños, lo que pasa es que es una noticia a la que no se da mucho bombo.
-Y esto es todo por ahora. Ue.