El Rey ha hecho que el vaso de muchas paciencias haya rebosado. La opinión pública -y publicada- recibió ayer con perplejidad la noticia de que Don Juan Carlos había sido operado en la Clínica San José de Madrid durante la madrugada del sábado de una fractura múltiple de cadera a consecuencia de una caída en Botsuana (África central) mientras participaba en una cacería de elefantes. Se desvelaba así la razón por la que el Jefe del Estado no había aparecido en público desde el pasado domingo de Resurrección, ni siquiera para visitar a su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, primer hijo de la infanta Elena, ingresado en la clínica Quirón de la capital tras propinarse accidentalmente un disparo en el pie cuando pasaba en Soria sus vacaciones de Semana Santa con su padre, Jaime de Marichalar. El entorno del Rey había lanzado la especie de que estaba “muy afectado” por el accidente que le evocaba el que protagonizó él mismo y que acabó accidentalmente con la vida de su hermano, el infante Don Alfonso en Estoril en 1956. La realidad era muy otra: el Jefe del Estado -al parecer, invitado- se había trasladado a Botsuana, país al que se desplazó también en 2005, para practicar la caza mayor -de elefantes- ocultando el viaje bajo el eufemismo de su “carácter privado”.
El desplazamiento del Rey al país africano -en el que España no tiene representación diplomática y con un sistema de comunicaciones precario- se producía después de que el 3 de abril viajase a Kuwait para “impulsar las relaciones políticas y económicas con aquel país”, sin que tampoco este desplazamiento constase en su agenda oficial ni se diese noticia previa del mismo. Lo más llamativo es que el Don Juan Carlos viajó al pequeño Estado árabe sin la compañía de un ministro de jornada, como manda no sólo la tradición, sino como también exige el refrendo -a efectos de cualquier tipo de responsabilidad- de los actos y palabras del Jefe del Estado según el artículo 64 de la Constitución.
La agenda del Rey tampoco fue desvelada por su Casa para saber con exactitud cuántos días de la Semana Santa pasó Don Juan Carlos en Palma de Mallorca. Según entornos próximos al monarca, el Rey parece sumamente renuente a dar conocimiento de sus actividades. Así sucedió cuando, a petición suya, se reunió en la sede de Telefónica el pasado 20 de marzo, con dieciséis de los diecisiete miembros del Consejo Empresarial de la Competitividad, que agrupa a los principales dirigentes de las grandes compañías españolas. El almuerzo se conoció por una filtración a El País y El Mundo que publicaron el domingo 25 de marzo en primera página una fotografía del acto a cinco columnas. A lo largo de la mañana de ese día, y ante el revuelo causado por la inédita exclusiva, la Casa del Rey -que asumió el error de considerar privado el encuentro pero que negó la autoría de la filtración- distribuyó a través de la agencia EFE las imágenes del monarca y los empresarios pero ya pasadas las 11 horas de la mañana.
Estos comportamientos del monarca se producen, además, después de la exclusión de la Casa del Rey -y por lo tanto, de las actividades del Jefe del Estado- del anteproyecto de Ley de Transparencia que aprobó el Consejo de Ministros el pasado mes de marzo. La vicepresidenta del Gobierno salvó esta omisión refiriéndose a la ambigua naturaleza jurídica de la estructura de apoyo a la Jefatura del Estado, cuyas cuentas, aunque sometidas al control de un interventor del Estado en excedencia, sólo son conocidas en sus partidas generales, sin detalle, y sobre las que el derecho de petición de conocimiento de los ciudadanos no será efectivo. Tanto en los círculos gubernamentales como parlamentarios, se reconocía que el monarca había perdido “una oportunidad de oro” para seguir impulsando el acercamiento de su Casa a los ciudadanos, más aún después de la incorporación a la misma de nuevo director de comunicación -Javier Ayuso- y la determinación con la que el Jefe de la misma -Rafael Spottorno- manejó la descalificación de la conducta (“poco ejemplar”) del yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos -prevaricación y falsedad, entre otros- en el llamado caso Palma Arena. Para librar a la institución de la Corona del desgaste de la presencia del Duque de Palma y de su mujer la Infanta Cristina, ambos han sido apartados del protocolo real, suspendiéndose así las asignaciones que la hija del Rey percibía por la representación que ostentaba en actos y eventos.
Según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, “ha de elegir entre las obligaciones y servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”.
De hecho, según fuentes de toda solvencia, “Don Juan Carlos se encuentra abrumado por los problemas familiares” en alusión, no sólo a la delicada tesitura en la que le han dejado los Duques de Palma, sino también por el público y notorio fracaso de su matrimonio con Doña Sofía, de la que vive prácticamente separado. Su estrecha e íntima amistad con Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha dejado de constituir un rumor para convertirse en una certeza, hasta el punto de que existe ya documentación acreditativa de que acompaña a Don Juan Carlos en viajes al extranjero y asume funciones de representación oficiosas. El apartamiento de la infanta Cristina de los actos oficiales y protocolarios, y la ruptura del matrimonio de los reyes, ha convertido a la familia Borbón Grecia en “desestructurada y mal avenida, con frecuentes enfrentamientos más o menos explícitos”, según fuentes de su entorno.
La Reina, sin embargo, entiende que “su condición personal de madre del heredero de la Corona y esposa del Rey” le compromete a seguir manteniendo las formas y asumir sus obligaciones oficiales, pese a los gestos crispados del monarca hacia ella. Especialmente evidentes cuando el Papa visitó España el pasado mes de agosto o cuando el pasado 15 de marzo su marido le instó abruptamente con un “¡déjame terminar!” en un acto celebrado en la Fundación La Caixa durante el que Don Juan Carlos dijo que “el paro juvenil me quita el sueño”. Doña Sofía se ausenta habitualmente de España para trasladarse a Londres donde “se encuentra a gusto con su hermano Constantino y sus sobrinos”. Ayer, la Reina estaba en Grecia a donde había viajado para celebrar la Pascua ortodoxa y no está previsto su regreso hasta mañana.
Por otra parte, Don Juan Carlos atribuye a su esposa buena parte de la responsabilidad en los “matrimonios poco idóneos” de sus hijos. Doña Elena, divorciada de Jaime de Marichalar, sometido ahora a una investigación policial por posible imprudencia al permitir a su hijo Felipe Juan Froilán manejar una escopeta de caza; Doña Cristina, casada con Iñaki Urdangarin, en un trance penal gravísimo, y el propio Príncipe de Asturias esposado con Doña Letizia Ortiz, divorciada, matrimonio que se le planteó por su hijo como un ultimátum en octubre de 2003: o aceptaba su enlace o renunciaba a la sucesión. Para acreditar ante su padre la firmeza de su decisión, Don Felipe no asistió el 12 de octubre de ese año al desfile militar que celebra, como todos, la fiesta nacional de España. El primero de noviembre de ese año se anunciaba oficialmente el enlace del heredero.
"Es necesario un cambio de rumbo"
Fuentes tanto del Partido Popular como Socialista creen que el Rey “no ha entendido los gestos de adhesión que ha recibido”, primero el 27 de diciembre pasado con motivo de la apertura en el Congreso de la X Legislatura de la democracia y, después, el pasado 19 de marzo en el oratorio de San Felipe Neri de Cádiz con motivo de la conmemoración del bicentenario de la Constitución allí aprobada en 1812. “No le estábamos ofreciendo patente de corso, sino reconociéndole sus méritos en estos años de reinado y transmitiéndole apoyo para el necesario cambio de rumbo que debe emprender la institución” manifiestan estas fuentes, ayer “desoladas” ante lo que consideran “una pésima imagen del Rey y de la Corona”.
Porque lo que se estima gravísimo es que Don Juan Carlos haya estado cazando en Botsuana cuando se ha desatado una grave crisis internacional con Argentina a propósito de Repsol-YPF y se ha incrementado la ofensiva de los mercados contra la deuda soberana española (ha escalado por encima de los 430 puntos básicos). El Ibex 35 registraba la pasada su peor semana del año y se situaba en niveles de hace tres. A mayor abundamiento, el Rey debía estar pendiente de la Cumbre de las Américas que se celebra en Bogotá, ya que la representación de España con los países hispanos le es encomendada de manera especial por la Constitución. Y en los países americanos se juega nuestro país una enormidad de intereses económicos, financieros y empresariales.
El apoyo que ha recibido Don Juan Carlos no ha sido sólo el institucional de las Cámaras. También de otras instancias. Las fuentes citadas aluden a “cómo se mojaron algunos medios de comunicación” en la defensa de la Corona y, “especialmente, el diario El País, con bastante coste editorial”. Efectivamente, el diario de Prisa publicó el pasado 4 de marzo un editorial que arrancaba de la primera página titulado El caso Urdangarin y el futuro de la Monarquía. El texto se apoyaba en las palabras del mensaje del Rey del pasado 24 de diciembre (“necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos”) y sostenía que “sólo la frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de Iñaki Urdagarin con un debate sobre el futuro de la monarquía”, añadiendo que España “no necesita de un debate artificial sobre la Jefatura del Estado (…)” porque “el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena internacional”. El periódico de referencia de la izquierda española señalaba, no obstante, la necesidad de superar “corsés y rigideces” en la institución, “cuando no el oscurantismo” que atribuía a “quienes adulan” al Rey. El diario, además, se inclinaba, por mejorar la transparencia de la institución y la protección del heredero, competencias que corresponden a las Cortes.
Todo este amparo institucional y mediático ha quedado en entredicho con los últimos comportamientos del Rey que, según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, "ha de elegir entre las obligaciones y servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar de una vida diferente”. No se maneja la hipótesis inmediata de la abdicación de Don Juan Carlos, pero sí la necesidad de aprobar lo antes posible la ley orgánica que prevé en el apartado 5º del artículo 57 de la Constitución: “las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán mediante una ley orgánica” y de materializar la reforma de ese mismo artículo para suprimir la prevalencia del varón sobre la mujer en la sucesión.
El Rey asumió criterios más disciplinados con González y, especialmente, con Aznar, pero no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”.
Además, según insisten estas fuentes, “la irresponsabilidad del Rey con este viaje a Botsuana, no es solamente institucional y política, sino también personal, porque es evidente que su estado físico desaconseja esas aventuras cinegéticas”. Efectivamente, el Rey ha sido sometido en pocos años a ocho intervenciones quirúrgicas, siendo las más serias las de extirpación de parte de un pulmón, una artroscopia de rodilla y reparación del talón de Aquiles. Ahora, la fractura de cadera -que a su edad, 74 años, podría presentar complicaciones- requerirá de una muy larga convalecencia que pondrá a prueba las capacidades bien contrastadas del Príncipe de Asturias que ya ha cubierto precedentes ausencias.
A mayor abundamiento, existe cierto “bochorno” por la falta de sensibilidad del Jefe del Estado al desvelarse que caza elefantes, especie en recesión cuyos colmillos son mercancía de valor en las transacciones negras de marfil, en detrimento de países pobrísimos como Botsuana que están siendo esquilmados. Sin olvidar el “alto coste material de estas cacerías que superan los 25.000 euros por escopeta, más desplazamientos, alojamiento y manutención, todo ello incompatible con un mínimo criterio de austeridad”.
En medios gubernamentales se teme que la tendencia de baja valoración de la Monarquía que se empezó a comprobar, primero entre los jóvenes, desde el inicio de este siglo, y luego generalizada, se agudice con acontecimientos como el de Botsuana. En 2006, los consultados por el CIS sobre la Corona (entre 18 y 24 años), la suspendían con un 4,77 y en 2008 con un 4,93. En el último registro demoscópico del CIS sobre la Jefatura del Estado, que data del pasado mes de octubre, registró, en el conjunto, un inédito suspenso: 4,89. “El asunto concierne al Gobierno también” indican fuentes del entorno de La Zarzuela. Efectivamente: el Rey asumió criterios más disciplinados con González y, especialmente, con Aznar, pero no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”. Pero parece claro que si España ya tenía un grave problema con su modelo de Estado -el autonómico-, a partir de ayer -81º aniversario de la proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931-, el país tiene un muy serio problema con la forma de Estado, es decir, con la Monarquía parlamentaria porque la Corona ha entrado en barrena con un más que preocupante diagnóstico político y social.