Llevaba todo el día cabizbajo, reflexionando sobre los dramáticos hechos acontecidos ayer en Spa. Pese a degustar las mieles de la victoria, el tan anhelado oro en ese circuito belga, un sabor amargo perduraba en mi paladar.
Tras un duro debate interno sobre si valía seguir sufriendo, pagando mis frustraciones con la madre de Miyazono, alias "Mírate la demo", decidí que debía entregar mi cuerpo y alma a la cultura japonesa, hermanarme con Polyphony y Yamauchi. Tal vez esa desesperada acción podría dar sus frutos y ayudarme con mis pretensiones GT7sianas.
Así que me dispuse a encontrar mi chi, a luchar por ese equilibrio dinámico de fuerzas opuestas que forman el Yin-Yang. Pasé horas alineando mis chakras, pero también sin omitir mi alma guerra y releí un par de capítulos de El Arte de la Guerra de Sun Tsu.
Pero menuda movida chavales...
finalmente llegué a una lamentable conclusión, gracias a poder juntar las pocas neuronas que permanecen vivas en mi cerebro, me percaté de que toda esa mierda poco tenía que ver con la cultura japonesa. Horas de espartana preparación tiradas a la basura. El tiempo apremiaba, así que tuve que tomar medidas drásticas. Lo mejor que se me ocurrió fue meterme entre pecho y espalda tres rollos de sushi y media botella de sake
Me monto en el SF 19 Super Formula para disputar en Laguna Seca la temida S-7. Empieza el calvario, tengo que aguantar el chaparrón durante casi una hora, el japonés con su sonrisita no paraba de jorobar, "la demostración está para algo, palurdo, echa un vistazo jijijijiji".
La galleta de Will Smith fue una caricia con la coz en la boca que le solté a Miyazono. Subidón de adrenalina, apreté los dientes, mis zarpas de oso pardo en el mando y... GLORIA!!!. Oro conseguido, bajé el tiempo 0.440
Lo malo es que toca comprar TV nueva