¡Estoy hecho un listo! He empezado mi tercera partida (desde cero esta vez). Me acabo de cargar a las gárgolas y tengo/tenía 23000 almas (vamos, una burrada al principio del juego). El caso es que voy a la Guardiana del Enlace de Fuego para que me suba los frascos de vida (tengo un alma de la guardiana de la hoguera), y allí me encuentro al Caballero que acabo de liberar en la iglesia de las gárgolas (personaje que todos conocemos); bueno, no se me ocurre otra cosa que darle "pal" pelo (por motivos que supongo todo el mundo conoce a estas alturas...); el tío se levanta y me fulmina de dos toques... Bueno, ha sido mala suerte, me digo, y vuelvo a hacer el largo recorrido que me lleva hasta él porque no quiero perder las almas acumuladas (¡con todo lo que me ha costado reunirlas!)... Me vuelve a fulminar en un santiamén. Tercer intento. Concentración, muchacho, concentración, no puede ser tan duro, acabo de empezar la partida como quien dice... ¡Racatá! A tomar por culo otra vez (antes de morir consigo recuperar las almas, por eso). A la cuarta va la vencida. Otro largo paseo y de nuevo frente al miserable. Esta vez, sí, por mis cojones serranos... Por mis cojones serranos me vuelve a agarrar, porque bate su tiempo récord en destrozarme...
Lo dejo por el momento, mañana probaré a recuperar las almas. ¿Tan difícil es el condenado si uno va sin apenas nivel y sin un arma en condiciones? ¿Cómo he podido ser tan tonto de confiarme?
Por cierto, qué enrollada la gente que invocas para que te ayuden. Un tío se ha cargado al Dragón Rojo del puente en un santiamén (yo todavía no he descubierto cómo hacerlo) y me ha regalado la Espada que libera al morir. Otro se ha cargado a las gárgolas de dos toques
Joer, vaya vicio. Me doy cuenta de que no domino lo suficiente el juego, porque no he conseguido en dos partidas completadas crear un arma tan poderosa como la de esta gente en los inicios del juego.