Desmantelar el estado federal, que es lo que busca esta no tan nueva derecha radical, tiene sus consecuencias. Recomiendo como curiosidad echar un vistazo a la "divertida" historia de Grafton, donde en 2004 se llevó a cabo una especie de experimento involuntario cuando un par de centenares de anarcocapitalistas/antisistema federal se mudaron a la población y alteraron la demografía del mismo, de cerca de mil habitantes, conservadores y amantes de las armas, con su presencia. Imponiendo su ideología ultraliberal estos supuestos amantes de la "libertad" ( ¿ os suena el término utilizado de esta manera tan tosca ? ) bajaron impuestos, redujeron a la mitad el presupuesto municipal e implantaron su modelo de "ya nos encargaremos nosotros no las autoridades".
Al cabo de poco tiempo como era esperable empeoraron los servicios básicos y aumentaron los conflictos. Quemaban banderas, querían excluir a la población del sistema nacional de educación, querían cerrar las bibliotecas, algunos querían implantar la legalidad de los duelos para dirimir conflictos, y en general cualquier cosa que tuviera como objetivo combatir al estado. Pensaban que la laxitud tributaria atraería inversiones, pero no fue así. Los hoyos en las calles que no se reparaban por falta de dinero y voluntad de los particulares y la llegada de indeseables atraídos por esta nueva versión del viejo oeste pero en el este trajeron la más absoluta decadencia. Y entonces, llegaron... los osos
. Osos negros, en concreto, que atraídos por los montones de basura en la calle que nadie recogía porque no se quería un servicio de gestión de residuos con basureros sellados a sueldo del municipio, se las prometían felices campando a sus anchas por el pueblo con sus 150 kg de peso.
Y así terminó el proyecto, en la más absoluta ruina. Una cosa es pensar en abstracto y otra muy distinta hacer que las cosas funcionen, y Grafton quedó como ejemplo de lo que no hay que hacer. Por desgracia la lección no fue aprendida y esos mismo elementos siguen erre que erre con su empeño de poner cortapisas a las regulaciones del sistema federal y dejarlo todo en manos de entidades y núcleos decisorios cuanto más pequeños mejor, lo que solo sirve para alimentar el caos.
