Según Margrethe Vestager, que está apurando con energía sus últimos días al frente de la oficina de Competencia, "Qualcomm vendió estos productos a un precio por debajo de coste a clientes clave con la intención de eliminar a un competidor. El comportamiento estratégico de Qualcomm impidió la competencia y la innovación en este mercado, y limitó las posibilidades de elección disponibles para los consumidores en un sector con enorme demanda y potencial para tecnologías innovadoras".
Desde el departamento de Competencia de la Unión Europea se explica que las barreras de acceso en este mercado son muy elevadas debido a la necesidad de invertir enormes cantidades de dinero en I+D. Así pues, una vez que desaparece un rival se reducen drásticamente las posibilidades de recuperar un entorno competitivo. Esto era lo que perseguía Qualcomm cuando llevó a cabo una "política de precios depredadora" al vender chipsets UMTS a Huawei y ZTE, "dos clientes estratégicos", con la intención de acabar con Icera, por aquel entonces su mayor rival.
Como resultado de las maniobras de Qualcomm, la situación económica de Icera se hizo insostenible. En 2011 fue vendida a Nvidia, que quería entrar en el mercado telefónico mediante los chipsets Tegra, pero la ausencia de clientes terminó por forzar el cierre de la compañía en 2015.
Esta no es la primera multa de la Comisión Europea a Qualcomm por prácticas anticompetitivas, puesto que a comienzos de 2018 fue sancionada con 997 millones de euros por comprar la lealtad de Apple para que no adquiriese productos a sus rivales.