Según ha comunicado el fabricante de procesadores, Windows 11 ralentiza el funcionamiento de los procesadores Ryzen 2000 y posteriores de forma sensible. Si hablamos de un uso general, la caída de rendimiento es del 3 % al 5 %, pero en juegos, y concretamente aquellos utilizados en la escena eSports (sin definir títulos concretos), estaríamos hablando de una merma que podía oscilar entre el 10 % y el 15 %.
En el ámbito profesional, algunos procesadores EPYC y Athlon también se ven afectados.
De acuerdo con el comunicado de AMD, la pérdida de rendimiento se debe fundamentalmente a un drástico aumento del 300 % en la latencia de la memoria L3 (lo que explica la degradación del rendimiento con juegos), así como a la gestión del núcleo preferente o privilegiado, que debería dirigir las aplicaciones de un solo hilo a los núcleos más potentes y por lo visto no funciona como debería. Este último fallo se hace más perceptible en el caso de los chips de más ocho núcleos y 65 W.
Tom's Hardware, que se ha puesto en contacto con AMD, indica que el fabricante se encuentra investigando el asunto junto con Microsoft para ofrecer una solución lo antes posible, no sin recordar que mientras tanto los propietarios de uno de sus procesadores pueden seguir utilizando Windows 10.
Como de costumbre, hay razones muy buenas por las que Windows 11 ha iniciado su despliegue de forma gradual. La infinidad de configuraciones disponibles en el ecosistema PC hace posible que algunos bugs pasen desapercibidos durante la fase de testeo, pero resulta llamativo que uno tan evidente y fácil de detectar se haya colado sin más, especialmente si se considera el énfasis de Microsoft en el potencial gaming de Windows 11.