Según indica la agencia de noticias Reuters, el equipo legal de ARM ha determinado que el diseño de sus procesadores es de origen británico, y por tanto su comercialización no infringe las leyes estadounidenses que regulan la transferencia de tecnologías a Huawei. Estos diseños son posteriormente adaptados por el fabricante chino para desarrollar los chipsets Kirin, montados la práctica totalidad de sus teléfonos.
La situación para Huawei era extremadamente delicada. Una cosa es perder la licencia que le permite ofrecer los servicios de Google en Android y otra muy distinta quedarse sin diseños de arquitectura para diseñar sus propios chips. Modificar todos sus procesos para adoptar arquitecturas distintas a las de ARM no es factible por razones industriales, económicas y de tiempo. La situación podría haberse tornado directamente ruinosa para Huawei. ARM, a su vez, habría perdido uno de sus clientes más destacados.
De acuerdo con un portavoz de la firma de Cambridge, "realizado un profundo análisis" de las arquitecturas ARM v8-A, "así como la próxima generación de esa arquitectura", se ha determinado que sus tecnologías son de origen británico y que por tanto no se ven afectadas por las sanciones. Según Reuters, no está claro qué sucederá con arquitecturas posteriores.
En estos momentos el procesador más potente de Huawei es el HiSilicon Kirin 990, compuesto por núcleos A76 y A55 adaptados según las especificaciones de la compañía. Se integra en el reciente Mate 30, que tras la pérdida de las licencias de Google ha llegado al mercado sin acceso a la tienda oficial de Android ni aplicaciones como YouTube o Gmail instaladas de serie.