Para poner las cosas en perspectiva, hasta ahora el récord de pérdidas de Intel era de 687 millones de dólares, acontecidas durante el cuarto trimestre de 2017. El dato impresiona, y sin embargo, es más positivo (o menos negativo) de lo que esperaban los analistas. De hecho, desde Intel se asegura que son cifras "sólidas" y acordes con el proceso de transformación de la empresa.
Estas pérdidas no obedecen a un único factor. Las ventas globales de Intel se han contraído un 36 % (siguiendo muy de cerca la caída del 30 % experimentada por el mercado PC), pero también se ha reducido su margen bruto en algo más de 16 puntos, a lo que hay que sumar los desembolsos derivados de la reestructuración de algunos de sus departamentos y las enormes inversiones que ha tenido que realizar para ampliar su capacidad de producción. También ha funcionado bastante mal la división de centros de datos e IA, cuyas ventas bajaron un 39 %.
Así las cosas, Intel fiará buena parte de sus cuentas a corto y medio plazo a su nuevo nodo de 4 nm, que será desvelada dentro de poco y formará parte de su catálogo de productos para 2023 y 2024, comenzando por Meteor Lake (14ª generación Intel Core). El nuevo proceso de producción de Intel es con mucha diferencia uno de los más ambiciosos, con un diseño flexible de chiplets que permitirá integrar en un mismo procesador elementos fabricados a distinto tamaño. Su lanzamiento se estima para la segunda mitad de este año.