El inusualmente breve liderazgo de Gelsinger posiblemente obedece al hecho de que Intel no ha hecho otra cosa que perder oportunidades. Durante estos tres últimos años Intel se ha quedado casi totalmente fuera de la revolución de la IA, ha pasado de perfil como fabricante de tarjetas gráficas de consumo, ha experimentado múltiples retrasos y se ha embarcado en una estrategia de fabricación para terceros que le ha ocasionado cuantiosas pérdidas económicas.
La situación de Intel en estos momentos es muy compleja. Antes de marcharse Gelsinger dejó perfilada su estrategia de reestructuración, que incluye la separación del negocio de funciones de Intel como una unidad de negocio propia subordinada a la matriz, así como el desarrollo general de una gran cantidad de productos que ahora deberán ser lanzados bajo la tutela de un nuevo CEO. Mientras la junta directiva busca un sustituto, los responsables de finanzas y desarrollo de producto se encargarán de dirigir la compañía en calidad de co-CEOs.
El legado económico de Gelsinger es obvio, pero todavía queda por conocer gran parte de los productos que se han venido desarrollando durante su mandato. Con toda certeza el próximo CES 2025 veremos una nueva línea de procesadores, tal y como mandan los cánones, pero también se espera que Intel presente de forma inminente su nueva familia de tarjetas gráficas Arc, que deberían mejorar sustancialmente el rendimiento de la primera generación.