Según señala el fabricante, los dispositivos regresarán a las estanterías como teléfonos remanufacturados o de alquiler, lógicamente sustituyendo las baterías anteriores por otras nuevas y presuntamente de menos capacidad. Estos teléfonos solo estarán disponibles "en función de las consultas con las autoridades reguladoras y los operadores, y dependiendo de la demanda local", sin que por ahora la firma hay señalado mercados concretos. Los rumores iniciales señalaban que Samsung estaría interesada en comercializar estos teléfonos en algunos mercados emergentes.
La venta de estos dispositivos permitirá a Samsung rentabilizar (o como mínimo reducir las pérdidas generadas por) una gran cantidad de teléfonos que se encontraban prácticamente como nuevos. Muchos, de hecho, fueron retirados de las tiendas antes incluso de que pudieran ser vendidos. Aquellos que no puedan ser reparados y comercializados serán reciclados para recuperar los metales preciosos contenidos en sus circuitos, no sin antes extraer piezas y componentes como procesadores y módulos de cámara que serán reutilizados para realizar pruebas.
Según señala Reuters, Samsung llegó a vender algo más de tres millones de teléfonos Galaxy Note 7 antes de tener que retirarlos de la circulación debido a la utilización de baterías susceptibles de incendiarse debido a fallos de producción y diseño. La producción ha sido estimada por algunos analistas en torno a los cuatro millones de unidades. Los teléfonos que todavía no han sido recuperados son prácticamente inservibles, puesto que la compañía ha lanzado actualizaciones con el fin de impedir su carga y algunos operadores los han bloqueado para estimular su devolución.