Según señala el diario South China Morning Post, la firma de Shenzhen afirma tener la liquidez necesaria para seguir funcionando por el momento y "se adhiere estrictamente a sus obligaciones comerciales en cumplimiento con las leyes y regulaciones". Por ahora no está clara la duración estimada de sus reservas de efectivo ni las actividades concretas que han sido congeladas por la compañía.
La paralización de la empresa parece responder al hecho de que casi todas sus divisiones mantienen negocios en los Estados Unidos. Un artículo de Reuters indica que ZTE ha retirado sus tiendas online y que los empleados siguen acudiendo a sus puestos, aunque "no hay mucho que hacer" y la compañía ha paralizado los viajes de negocios.
Graves dificultades para encontrar alternativas
ZTE deberá obtener ahora un nuevo proveedor de componentes para sus dispositivos. No parece que vaya a ser fácil.
La industria telefónica opera condiciones muy estrictas y resulta difícil aumentar o desviar una producción de chipsets que generalmente está contratada con meses de antelación, por lo que no parece viable contratar la fabricación de sus chips a casas como MediaTek, cuyos productos, a la postre, son fabricados por GlobalFoundries. Asimismo, los teléfonos actuales y ya diseñados deberían ser adaptados para su uso con nuevo hardware, algo que en muchos casos sería imposible.
Otro problema añadido para ZTE es el hecho de que Qualcomm no solo suministra chipsets, sino también módems y numerosos otros componentes cubiertos por patentes en ocasiones imposibles de esquivar en determinadas regiones. Cortar el acceso a dichos elementos equivale a paralizar el diseño y la producción de dispositivos.
Un enfrentamiento en el que solo hay perdedores
ZTE está actualmente tratando de resolver el asunto con las autoridades estadounidenses y ha pedido ayuda al gobierno chino, que la semana pasada habló del asunto con una delegación comercial estadounidense.
Las asperezas entre Estados Unidos y China en materia de comunicaciones son de dominio público. Las autoridades estadounidenses han acusado en múltiples ocasiones a firmas como ZTE y Huawei de espiar para Pekín, habiendo llegado a prohibir la venta de sus dispositivos en las tiendas de las bases militares. Si bien desde China se caracterizaba este tipo de maniobras como un juego para beneficiar a las firmas estadounidenses, lo cierto es que la pérdida de ZTE como cliente también supone un golpe importante para Qualcomm.
En el caso de ZTE, los problemas parecían haber quedado resueltos después de que el fabricante admitiera haber vendido productos con componentes estadounidenses en países como Corea del Norte e Irán, lo que resultó en una multa de casi 900 millones de dólares. El Departamento de Comercio, sin embargo, señaló el mes pasado que ZTE había quebrantado los términos del acuerdo, instaurando la prohibición que ha llevado a la situación actual.