Aunque Volvo trabaja en sus propios sistemas de conducción autónoma, la tecnología integrada en estos vehículos (tanto los sensores como el software) ha sido desarrollada por Uber. La entrega de los vehículos se realizará entre 2019 y 2021, siendo Uber la responsable de los trabajos de modificación y convirtiéndose así en una de las firmas más involucradas en la creación de vehículos autónomos.
Como señala Bloomberg, la compra de vehículos a nivel comercial por parte de Uber tiene el potencial para marcar un antes y un después en la industria automovilística. Por una parte los fabricantes se benefician de estas ventas, pero por otra deben hacer frente a la incómoda realidad de que el coche autónomo (y más aún tal y como lo concibe Uber, que ve a los conductores humanos como un intermediario caro y problemático) podría reducir sus ingresos al integrarse en esquemas de uso compartido en los que actuarán como robotaxis, recogiendo y dejando a sus pasajeros a lo largo de recorridos calculados por un sistema informático.
El anuncio de Uber también tiene una función balsámica, y es que sus accionistas están sumamente revueltos desde que Waymo, filial de Alphabet (Google), acusara a la compañía de espionaje industrial tras fichar a un antiguo empleado que se habría llevado información técnica confidencial. La noticia de que Uber comprará miles de vehículos para su uso en una flota autónoma confirma así que la compañía no abandonará esta tecnología emergente a pesar de las adversidades legales, no en escasa medida porque de lo contrario se arriesga a que otros se lleven su parte del pastel.