La salida a bolsa de ARM sirve para poner fin a los intentos por venderla al completo (o con ayuda) a una tercera compañía. Fracasada la operación con Nvidia, que se arrastró durante año y medio hasta que los reguladores hicieron desistir al fabricante de unidades gráficas, ARM se quedó sin muchas más opciones que salir a bolsa. No había muchos más fabricantes con el tamaño necesario para engullirla por completo, y quien quiera que apareciera se enfrentaría posiblemente a los mismos obstáculos que Nvidia. Simplemente, ARM se ha convertido en una empresa demasiado grande e influyente como para cambiar de manos sin más.
Las últimas informaciones sobre su lanzamiento a bolsa señalan que Nvidia podría aprovechar la operación para hacerse con una pequeña parte de ARM y asegurar así sus intereses. No estaría sola. SoftBank también habría negociado con otras como Amazon, Apple, Alphabet e Intel una inversión inicial que rondaría los 10.000 millones de dólares. Se convertirían en grandes accionistas, sí, pero no lograrían tener el control de la empresa, que era uno de los temores de los reguladores.
Habrá que ver si la valoración de ARM se ajusta a la realidad cuando abra la bolsa en Estados Unidos. Aunque el dominio de ARM como diseñadora de chips para la industria telefónica es absoluto, el mercado atraviesa un periodo de enfriamiento que la compañía británica ha intentado compensar adentrándose en otros mercados como el automovilístico, desarrollando procesadores de bajo consumo para conducción autónoma y reconocimiento de imágenes.